Estimada
Presidente:
Con mis escasos 18 años me veo en la inherente necesidad de
dirigirme a usted con el fin de hacerle saber sobre algunas de mis inquietudes
que han surgido en los últimos tiempos. La verdad es que dudo
que esta carta alguna vez llegue a sus manos pero de todos modos me
servirá ver en palabras lo que hace tanto tiempo esta solo en
mi cabeza.
Nací y crecí en este país, el mismo que vio crecer
a mis padres y abuelos. Tuve la casi única oportunidad de recibir
una educación completa desde todo lugar de donde se la mire.
Desde los 2 años asisto a un colegio bilingüe. Hoy, a un
mes de recibirme de bachiller y luego de haberme visto expuesta a tantos
pares con oportunidades eternamente inferiores no puedo más que
agradecer el conocimiento y la cultura general que tengo gracias a que
mis padres no confiaron mi educación al estado.
Por otro lado, me crié en un hogar en el que los valores prevalecen
y siempre nos fue enseñado lo indispensable que son la honestidad
y el honor. Desde chica me interesó la política y la historia;
eso no cambió. Lo que sí cambió fue el análisis
que era capaz de hacer de la situación y hoy, viendo lo que mal
que elegimos y el mal que hacemos, no puedo entender como se llega hasta
el punto en el que nos encontramos.
Nuestro país siempre ha sido albergue de los incomprendidos,
representante de las oportunidades y ejemplo de renacimiento. Está
claro que decido omitir el desplazo de los nativos, la humillación
a la que se los sometió y el hecho de que entre los incomprendidos
se encuentran asesinos, genocidas y cobardes. Remontándome a
la historia que me es más cercana, yo no presencié la
asunción de Perón, no existía durante el golpe
de Lanusse, no aprendí a leer repitiendo Papá, Mamá
y Eva, no escuche los llantos de los peronistas aquel 26 de julio ni
los que lloraban o vivaban la muerte del Gral. Perón. No viví
en ese país caótico al mando de Estela Martínez,
no me fui a dormir con miedo a que en el medio de la noche grupos de
tarea avalados por un golpe militar al mando del gobierno decidieran
sobre la vida de ninguno de los miembros de mi familia, no sé
como se siente la felicidad de presenciar el retorno de la democracia
ni el dolor de escuchar lo que había estado sucediendo impunemente
a mis espaldas.
Nacida el 26 de julio de 1990, sí pude ver como algunos vendían
lo nuestro. Sí pude ver como la confianza ciega nos hundía,
como pocos preveían la crisis que estalló y que también
viví para ver. Tuve la extrañamente única oportunidad
de ver como el presidente que habíamos elegido como representante
de nuestra voluntad escapaba en un helicóptero y vi tantos escándalos
de corrupción, coimas, traiciones a la patria y hechos vergonzosos
que mejor no revolver.
Entiendo que a esta altura haya pensado en descartar esta carta, por
eso me remito a lo que la compete. Es por eso Sra. Presidente, me gustaría
preguntarle, ¿Qué es lo que está haciendo con mi
país? No se si reparó en mi edad cuando la mencioné,
pero es igual a la de su hija Florencia. ¿No le atormenta pensar
en el país ingobernable que le está legando? Haciendo
trizas la confianza en las instituciones, destrozando el sistema educativo,
aplastando cada vez más a su pueblo todo por obtener beneficios,
chuparle el jugo al país hasta que estalle. No niego que ha hecho
muchas cosas admirables y por el bien común. Lamentablemente,
lo que importa no son todos los hechos sino aquellos que son recordados.
Recuerdo una asunción dudosa, con acusaciones de compra de votos
que me fueron afirmadas personalmente por aquellos habitantes de pueblos
a los que se les sustraía temporalmente la identidad a cambio
de un sándwich y una coca para que otro votara por usted. Recuerdo
también el conflicto con el sector agropecuario y la seguidilla
de escenas que me resultan patéticas. Tengo presente la represión
de muchas manifestaciones y, haciendo referencia al mandato del ex presidente
que se encuentra muy ligado a su mandato, recuerdo a Jorge Julio López
y a Carlos Fuentealba. También me acuerdo de la valija de Antoninni
Wilson y de la cantidad de fondos del estado que usó para financiar
su campaña lo que, le recuerdo, es ilegal y anticonstitucional
Sin embargo, no dejo de creer en que existe una salida. Confío
en que, como yo, usted siente una pasión por la política
que la llevó a intentar durante años hasta llegar a ser
presidente. Confío en que su más profundo deseo es el
bienestar de la república y que todo lo que hace, lo hace porque
cree que es lo mejor. No creo que su desatención a la calidad
de la educación sea porque quiere un pueblo inculto que la vote
incondicionalmente y dudo que haya optado por mantener una población
lo más ignorante posible porque los ignorantes son más
fáciles de manejar. Por eso le imploro, no se deshaga de la oportunidad
que tiene de hacer las cosas bien, de mejorar la educación por
el bien del futuro. Le ruego piense, como al parecer ningún otro
político piensa más que para la herencia de problemas,
en el futuro. Que considere, como ya le dije, que el país que
usted deje va a ser aquel en el que vivirán sus dos hijos y todos
sus nietos. Apelo a su moral y le pido que como la representante de
mi voluntad deje de lado la codicia y la ambición egoísta
que al parecer la rodea y vuelva a dirigir mi país hacia adelante.
Confío en la democracia y confío en las personas que constituyen
el país en el que vivo. Se que tarde o temprano vamos a aprender
que somos un equipo y el beneficio del país es el beneficio de
los individuos que lo componen.
Saludo a Ud. Atentamente,
Valentina Rodriguez Villarreal
DNI 35270842 |
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