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14/07/2009

 

Veteranos, Abarcados por la ley y Más

¿Cómo se hace para debatir el absurdo? ¿Resulta muy complicado comprender la diferencia entre “SER” y “NO SER”? ¿Usted pondría complicaciones de su salud en un “casi” médico? ¿La justicia aceptaría profesionalmente a un “casi” abogado como si de un graduado se tratase? ¿Los “casi” concejales, “casi” diputados, “casi” senadores… tienen una banca formalmente habilitada? ¿Debemos asumir que este es el país de los “casi”? Quizás los hechos nos estén demostrando que todo lo que ha pasado y aún pasa, nos acostumbró a aceptar la excepción como una regla. No son así las cosas y quienes formamos parte interesada en el conglomerado de ciudadanos que pretende algo mejor para su descendencia, entendemos que la claridad de las definiciones y el interés participativo son fundamentales en la construcción de la nación.

El 2 de abril de 1982, mi patria me convocó para participar en la recuperación de nuestras, ahora más queridas que nunca, Islas Malvinas. Así, la madrugada de ese día, todos mis sentidos se llenaron de sensaciones nuevas, que el tiempo y su paso fueron transformándolo en un profundo amor a TODO aquello que representa el celeste y blanco de mi bandera. En las aulas de Malvinas aprendí que cada pigmento de ella, estaba compuesto por el trabajo y sacrificio de quienes con errores y aciertos, pero desde la honestidad de pensamiento, hicieron y hacen por la construcción de nuestra historia.

En Malvinas, para quienes estuvimos bajo el fuego constante de las armas de los ingleses, la diferencia entre el día y la noche solo estaba marcada por la presencia o ausencia de luz. Los minutos cotizaban en una moneda con la que no puede pagar quien no lo haya vivido, quien no lo haya sentido en la piel… y así NO lo vivieron, y así NO lo sintieron quienes entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, aún estando bajo bandera, permanecieron siempre FUERA de la zona de exclusión, aún cuando se sintieran víctimas (?) de su imaginación, hablando y viviendo siempre en potencial. A ellos, que hoy se hacen llamar de distintas maneras: “veteranos no reconocidos, veteranos continentales, veteranos movilizados, etc”, la suerte les permitió seguir su camino sin más carga que la de ser un “casi”. Carga, a la que por otra parte, le deben la suerte de haber podido, en la posguerra, desarrollar sus vidas con total normalidad, siendo por inacción, parte del proceso de desmalvinización que tanto dañó a todos los verdaderos veteranos y sus familias. En cambio, en total contraposición a esto, quienes SÍ ESTUVIMOS en la guerra, hicimos que el trazante de la balas y la incandescencia de las bombas nos refrendaran el Certificado de “Veterano de Guerra” mucho antes de que el estado y su burocracia supiera de nuestra existencia, de nuestras necesidades, de nuestras perturbaciones. Estuvimos inmersos en largos años de soledad y ostracismo, conviviendo solo con nuestros fantasmas empeñados en traernos los mismos perturbadores ruidos y las imágenes de nuestros camaradas muertos en combate. Intentamos, de una y mil maneras distintas, bajar de aquel brutal potro de adrenalina al que la patria nos había subido y desde el cual - con honor, dignidad, sangre, lágrimas, pero por sobre todo, coraje surgido de lugares desconocidos e inimaginables que solo abren sus puertas cuando la situación se transforma en la frontera entre la vida y la muerte- defendimos convicciones que todos los argentinos sostuvieron a gritos en cada plaza, en cada calle, en cada casa de cada punto geográfico de mi patria. Algunos conseguimos desensillar, pero solo a fuerza de perder mucho de lo que habíamos sido y no pudimos terminar de formar, porque el molde que nos estaba armando se partió en mil pedazos sobre la turba de Malvinas.

Las pruebas de todo lo que digo se imponen por su sola existencia y tienen un peso tan contundente que son irrefutables, que no son posibles de discutir sin caer en la figura de “NECIO”. El río de los que no pudieron reencontrarse con su esencia está desbordado con la sangre de quienes encontraron en el suicidio el último peldaño. Los invito a recorrer información, tan accesible en estos tiempos, para que puedan verificar la cantidad de casos existentes, que hoy suman casi cuatrocientos. Tal cifra representa CATORCE VECES lo que estadísticamente se registra en el resto de la población. Sabe Usted cuántos de ellos son “Veteranos No Reconocidos, continentales o como quieran hacerse llamar”?

El inescrupuloso proyecto presentado por Miguel Pichetto, Jorge Capitanich, Adriana Bortolozzi de Bogado y José M. A. Mayans, en sus fundamentos, está saturado de Cortar/Pegar del procesador de textos, pero carente del esfuerzo intelectual que se necesita poner en las letras cuando se desea abordar un tema tan complicado y sensible. La redacción hace gala de una inmensa muestra de Ignorancia supina, no permitida en quienes fueron elegidos por el pueblo y ocupan un cargo para el cual se mal proclamaron, idóneos. El cuerpo de dicho proyecto, entre violines y guitarras, solo distingue una diferencia entre quienes vivimos la guerra/posguerra (…de verdad) y aquellos que despojados de toda vergüenza pretenden después de veintisiete años, transformar la causa Malvinas en un reclamo que solo pasa por la ventanilla del banco.

Casi desde la finalización misma del conflicto, los Combatientes de Malvinas hemos tenido problemas con la clarificación de la nómina respecto de quienes efectivamente debían encuadrar bajo la figura de “Veterano de Guerra”, atribuible en su comienzo, a la poca voluntad manifestada por las fuerzas armadas, mas prestas a sembrar dudas que claridad, sumadas a un joven gobierno democrático que olvidó a quienes fuimos el último eslabón de una larga cadena que se rompió con sangre. Los problemas mencionados no solo se dieron por el marco jurídico aplicable, sino por las mentiras respecto a la ubicación geográfica en la que unos pocos inescrupulosos carentes de honor, dijeron estar durante el desarrollo de las acciones. Así, de a poco y con la resignación que genera la imposibilidad de probar el derrotero de un barco, o de personas que solo habían estado unas horas en la zona de exclusión (muchas veces por los intereses creados), todo quedó más o menos acomodado y generó en mi íntima convicción -sin que por ello así se contemplara en lo jurídico, sino solo en una cuestión de hecho- dos clases a considerar: VETERANOS DE MALVINAS y Abarcados por la Ley.

Hoy, aun con los problemas mencionados en el párrafo anterior, aparecen dirigentes políticos sin muchas luminarias, con la burda intención de darle sostén legal a hechos inexistentes. Locuaces vendedores de ilusiones, como lo han sido cada vez que incumplieron promesas electorales, que en época de campaña se transforman en mercenarios de causas innobles, como ésta, en la que pretenden robarle a nuestra sociedad la figura y memoria de quienes sobrevivimos para contar los hechos, pero por sobre todo, el recuerdo de quienes cumplieron con honor aquello que demanda la letra de nuestro Himno Nacional: “O juremos con Gloria Morir”… y le entregaron a este país lo más preciado que tenían.

¿Les resulta posible imaginar al gobierno británico transformando en veteranos a todas sus fuerzas activas en 1982 solo considerando para ello el estado de alerta por la posibilidad de estar en Malvinas?

De prosperar el absurdo, nadie podrá explicarse como con tantos veteranos perdimos la batalla y no duden respecto a los reclamos, que se transformarían en genuinos, de todos los civiles que en distintos puntos del país trabajaron para que nosotros en Malvinas pudiésemos resistir. Desde el que me cargaba las balas en Río Tercero hasta el que ayudaba en los aeropuertos y todas las derivaciones imaginables.

Solo espero que esta vez, quienes tiene la obligación de definir con sus votos el curso de tan poco honorable reclamo, hagan gala del uso de la razón y no permitan el bastardeo de la que quizá fuera la Última Gran Causa Común de unión de nuestro Pueblo.

Jorge Ariel MINUE

Veterano de Guerra

C/1963 Reg.de Infantería 25

jorgeMinue@gmail.com

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