Fuente: Diario de Madryn
03/09/07

 

“Crecer en la verdad”, el ensayo distinguido en el Concurso Nacional de Malvinas  
El 2º Concurso Nacional “Memoria de Malvinas”, organizado por la Municipalidad de Puerto Madryn y el Centro de Veteranos de Guerra de la ciudad definió sus ganadores pero además distinguió a los cuatro ensayos más destacados, en los cuales se encuentra “Crecer en la verdad” de los alumnos Kevin Ezequiel Contreras, Rafael Jonathan Lima y Kevin Pellejero.
Los jóvenes reconocidos pertenecen a la “Escuela Provincial de Educación Técnica Nº 8” de la localidad de Telén, provincia de La Pampa y vislumbraron en su relato las ideas y pensamientos asociados a la vida en un pueblo y a los acontecimientos ocurridos en Malvinas en 1982.
Que cosa esto de vivir en un pueblo, lejos de todo… esto tiene, como todo en la vida, lo bueno y lo malo. Es linda la infancia en los lugares pequeños, juegos en la calle, amigo de todo, la naturaleza al alcance de la mano y una constante sensación de tranquilidad, acompañada por la idea de que “acá no pasa nada”.
La tranquilidad de los pueblos roza con la monotonía y rara vez es alterada; lo más llamativo puede ser la muerte de un vecino, que despierta el murmullo y los comentarios de siempre, acerca de “lo rápido que pasa la vida”. Y aunque esto suceso altere lo cotidiano por dos o tres días, siempre sobrevuela esto de aceptar que …”Es parte de la vida y a todos nos va a tocar”.
¿Vos, dónde vivís? Si es un pueblo, sabrás de lo que estoy hablando, pero si vivís en una gran ciudad, tal vez pienses esto como “una curiosidad o una rareza”. Yo, hasta ahora, estaba familiarizado con esta situación; he nacido en Santa Isabel, una localidad pampeana de, ahora, dos mil habitantes, que está a trescientos kilómetros de la ciudad capital, Santa Rosa y a ciento setenta kilómetros promedio de otras ciudades vecinas, hacia cualquier punto cardinal.
Tengo dieciséis años y el próximo termino mis estudios en el único Colegio de Nivel Polimodal que hay y que tiene apenas veinte de antigüedad. Mi pueblo tiene ciento tres años y una postergación general equivalente a su alejamiento geográfico de los grandes centros urbanos. Como te imaginarás “acá nunca pasa nada” y ahora con mi edad y la curiosidad lógica de la misma, empiezo a darme cuenta que los que vivimos en lugares como estos creemos que “en ningún lado pasa nada”. Y no es que no nos enteremos de sucesos y acontecimientos de difusión nacional, sino que sentimos que no nos afectan, que pasan en otro lado, que todo lo bueno y lo malo pasa en Buenos Aires. Y Buenos Aires está, y lo sentimos, muy lejos de nosotros. Y lo más inquietante es que pensamos que todo lo que pasa allá, sea bueno o sea malo, “a nosotros nunca nos va a pasar”.
Es raro crecer en un pueblo, hacerte grande y enfrentarte al mandato de la Naturaleza, que te pone curioso, preguntón inquieto, cuestionador y buscador de “quintas patas a los gatos”, pues a todo ponés bajo la lupa y para todo quieres un porqué. Además es raro crecer en estos años, cuando la democracia va cumpliendo más de 20 años y eso permite que hechos sociales e históricos, cercanos cronológicamente, se acerquen también a nivel conciente y que se conozcan datos, se revelen verdades ocultas o aparezcan datos escalofriantes, que te hacen sentir extraño porque te das cuenta que “no sabes nada de lo que deberías saber”. Esto me ha pasado con lo ocurrido el 2 de abril de 1982.
Entonces buscás entre tus amigos y vez que la sensación se repite: Ellos sienten dolor por la muerte de chicos tan jóvenes, lo que no es poco, porque quiere decir que podemos sensibilizarnos ante algo sobre lo que no sabemos casi nada pero percibimos injusto.
Busqué entre los mayores y el resultado fue curioso: En 1982, ellos eran jóvenes que vivían en un pueblo alejado de todo, donde “nunca pasa nada”.
Busqué monumentos, placas recordatorias, excombatientes, alguna celebración especial, pero no encontré nada.
Viven acá (desde hace pocos años) vecinos oriundos de otros lugares, hace pocos meses se reciben revistas, la TV, que está en todas las casas y las vivencias y estímulos de algunos docentes han logrado que empiece a darme cuenta que me falta saber lo que realmente ocurrió, que solo tengo incorporado lo anecdótico, lo que tiene que ver con la conducta infantil de un niño caprichoso, que en medio de un berrinche, se propone recuperar el juguete que le quitaron, sin medir ni valorar adecuadamente las consecuencias de tal decisión. En esoestaba cuando aparece la posibilidad de leer, estudiar y de hacer un ensayo sobre la Guerra de Malvinas; la cabeza te empieza a dar vueltas, porque es difícil acomodar tanta información.
Tiene que encastrar lo que fue con lo que significó y lo que sentís con lo que creías. Eso es inquietante y movilizador.
Supe que un muchacho, que vivía a unos 200 kilómetros de acá, estuvo en Malvinas… y no volvió… Me enteré en estos días y me replanteé lo que hasta ahora la palabra héroe significó para mi. Es raro, me pone nervioso, no se que pensar.
¿A vos te pasa lo mismo? ¿Toda esta confusión será parte de crecer? Creo que si y me parece que además estoy cambiando, empiezo a darme cuenta que no es lo mismo saber que ignorar y que un país justo y slidario necesita de habitantes e instituciones justas y solidarias y eso solo se logra reconociendo aciertos y errores, pero por sobre todas las cosas, conociendo La Verdad.

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