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13/07/07

 

Crisis de identidad  

Por Hugo Sirio


Una de la principales debilidades de la democracia argentina es la pésima calidad del sistema de partidos. No hay democracia que funcione si los artífices de la misma (los partidos) no cumplen tres tareas fundamentales. La primera es representar a los
ciudadanos, la segunda es agregar intereses y hacerlos compatibles con el interés nacional, y la tercera es la educación política. Ninguna de ellas se cumple cabalmente en la Argentina de hoy.

Sobre la representividad no hace falta abundar sobre el abismo que hay entre los ciudadanos y las burocracias partidistas. Es enorme. Una franja importante de los ciudadanos no se siente representado por ninguno de ellos.

Sobre agregar intereses algo hemos avanzado, pero los partidos siguen defendiendo clientelas e intereses específicos de manera poco disimulada. Actúan en muchos casos como facciones (su motor, son sus intereses propios) y no como partidos (que ensamblan los intereses propios con los de la ciudadanía).

En educación política tampoco hay mucho para decir. Su trabajo teórico más importante es la redacción de lemas y estribillos, su sistematización conceptual más acabada son campañas de promoción o desprestigio, y sus reflexiones más sofisticadas
se expresan en spots de 20 segundos. Tenemos más propagandistas y agitadores que intelectuales comprometidos.

Seamos francos: el problema es serio y ninguna de las dos grandes fuerzas políticas parece darse cuenta de ello. La razón de esta evasión me parece está arraigada en la crisis de identidad que tienen los dos grandes partidos. La UCR de nuestros días,
por ejemplo, no parece percatarse que es la segunda fuerza política. Hace tiempo que la mayoría escucha sus proclamas de responsabilidad y sus discurso de buen gobierno con escepticismo. A pesar de su encogimiento, su actitud debe ser sigue la del partido que garantiza la gobernabilidad del país. Se comporta como un patrón de estancia arruinado que prefiere ignorar que los tiempos no cambiaron su rol.

En el ¿PJ o Frente para la Victoria? las cosas parecen más graves, no tanto por su despegue de la realidad, sino por la gravitación que sus acciones tienen en la vida nacional. A pesar de ser el partido que gobernó el país desde 1989 a 1999 y del 2001 a la fecha (16 años de los 25 de la presente etapa democrática), sigue actuando como un partido provinciano en el que las pequeñas infamias desde Santa Cruz, La Rioja, Misiones, Tucumán, La Rioja, Córdoba, Santa Fe entre otras, pueden más que una vocación nacional más fuerte.

El PRO es un partido nuevo dominado por viejos políticos. Algo así como un cuerpo adolescente que vive preso en el cuerpo de su abuelo que se quedó en el reventón del 75 y en el mejor de los casos del 83. Es un partido acotado en lo que a ideas se
refiere. Por eso le da igual subir a la señora Michetti que a Ricardo López Murphy, Juan Carlos Blumberg o Roberto Lavagna. Es una maquinaria electoral obsesionada por el poder; no se diferencia en este sentido con el partido gobernante.

Si hubiese psicólogos de partidos, una buena inversión sería pagar una terapia completa a los tres. El Freud de la política podría ayudar al viejito borracho de viagra a entender su papel, al provinciano a recordarle que debe gobernar el país y dejar las disputas de familia, y al adolescente Mauricio Macri recordarle que no puede estar jugando al opositor y sentarse al mismo tiempo con los viejos gobernantes provinciales.

Hugo Sirio

Escobar - Buenos Aires - Argentina

 

 

 

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