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Raúl Ponce, héroe de Malvinas


24/04/2013

Un alto sentido de responsabilidad adquirida en la guerra le hace sentir cierta falta, como parte integral del ejército, al no poder sostener la soberanía de las islas, independientemente del parecer del país.

Oriundo de Obispo Trejo, provincia de Córdoba, es nativo de aquél pueblo y como tal, no le costó adaptarse al nuestro. Instalado con su familia desde hace unos años, es otro Zavallense más, que el pueblo recibió como a hijo adoptivo. Trabaja desde siempre en la construcción y para nosotros es “el Cordobés”, que por cierto, no obstante el tiempo aquí residiendo, conserva ciertos cantitos al hablar, típica tonada simpática de la gente de esta provincia. Quién más quién menos, todos lo conocemos y más de una vez lo hemos cruzado, pues se ha integrado al vivir cotidiano y social de nuestra comunidad donde además se ha granjeado la amistad y compañerismo de muchos vecinos nuestros. Desde temprano en su mudanza supimos que es un veterano de guerra, que estuvo en el epicentro mismo de la misma en Malvinas, allá en las mismísimas islas. Quizá usted haya escuchado de su boca algunos relatos, si es que está dentro de sus conocidos inmediatos o si alguna vez estuvo presente en alguna charla pública donde ha brindado algunos comentarios relacionados con la experiencia que le tocó vivir, o tal vez sólo oyó acerca de su participación en el conflicto armado; sea como fuere le invito a leer este apasionante relato que describe con crudeza detalles significativos que debían ponerse por escrito para ser archivados también en nuestro bagaje histórico.

La historia de Raúl es particular en cuanto a su participación como soldado, porque había resultado “favorecido” con el sorteo para la clase 62 en función de elegir a los ciudadanos que harían forzosamente el servicio militar obligatorio: 502 era su suerte y ese año incorporaban a jóvenes desde el número 525 en adelante, por lo tanto se “salvaba”. No obstante no se sintió afortunado, pues con anterioridad deseaba ser incorporado al ejército y ahora no podía ser. Él había estado siempre en el pueblito que lo vio nacer, viviendo con su familia, atendiendo algunas tareas rurales, compartiendo los días con sus padres, sus once hermanos, y aunque feliz quería salir un poco de aquél entorno, cambiar de ambiente, conocer…

Sin embargo el joven Ponce de 19 años de edad no se desanimó y sabiendo que todo es fruto del esfuerzo viajó a la ciudad de Córdoba distante unos 140 km a casa de unos parientes pues desde allí le era más práctico a diario acercarse al Grupo de Artillería Aerotransportado 4 (paracaidistas) camino a Calera. De este modo comenzó a acercarse diariamente con el objetivo de ser aceptado de todas maneras y al cabo de unos diez días de perseverancia Raúl fue incorporado al ejército el 12 de abril de 1981. Allí recibió las prácticas e instrucciones militares de rigor por un mes en el campo y luego pasó al cuartel donde trabajaba en Sala de Armas; hasta tuvo la oportunidad de arrojarse en tres ocasiones con paracaídas, experimentando una sensación única. Pasado el tiempo sin mayores novedades recibió la baja el día 26 de marzo de 1982 y el 1º de abril al momento de presentarse para retirar el documento supuestamente firmado donde constataría su paso por el servicio militar se encuentra con sus compañeros vestidos de soldados. Sucedió que los hechos acontecidos habían sido informados en el transcurso del viaje mientras estaba en camino y no estaba enterado del desembarco argentino en Malvinas ni de la orden de presentarse.

Estuvieron acuartelados a la espera de un eventual llamado a servir en el lugar del conflicto y mientras tanto acarreaban y cargaban armamentos en los grandes aviones Hércules en el aeropuerto de Pajas Blancas de la ciudad de Córdoba, con destino a Malvinas con escala en Comodoro Rivadavia donde se acopiaban para enviarlas en el momento oportuno para ello. Finalmente llega la orden de viajar a Malvinas para refuerzo y con todo el equipo preparado parten unos 80 soldados, siendo Raúl perteneciente a la Batería Comando; son transportados en camiones Unimog hasta el aeropuerto Pajas Blancas el 22 de abril de 1982, siendo alentados durante todo el recorrido por los vecinos del lugar que al verlos pasar los respaldaban de tal manera que se asemejaba a un festejo.


Desde allí parten rumbo a Comodoro Rivadavia a bordo de un avión Hércules junto a armas y municiones, pero permanecen dos días antes de partir a su destino: Puerto Argentino. El viaje lo realizan nuevamente en avión Hércules con cierta tranquilidad desconociendo la hostilidad que tendrían que enfrentar en tan sólo una semana, pues no pensaban en tener enfrentamientos y mucho menos perder la eminente guerra que se avecinaba. Llegan a Puerto Argentino en horas de la noche, a las 22.30 del 25 de abril.

El Grupo completo de Artillería Aerotrasportado 4, de la Calera, provincia de Córdoba, partió hacia las Islas transportando 358 hombres, 18 Obuses, 6 vehículos livianos y 70 toneladas de munición. El Grupo de Artillería fue la única Unidad de la provincia de Córdoba y del 3º Cuerpo de Ejército que participó en la Guerra de Malvinas. La operación de traslado fue en extremo riesgosa dado que algunos aviones que transportaban la unidad no pudieron efectuar el aterrizaje debido al viento cruzado en la pista. El Grupo tuvo inicialmente como misión apoyar a los regimientos de infantería 5, 8 y 12 y también reforzar al Grupo de Artillería 3 que defendía las posiciones de Puerto Argentino, para lo cual debería desdoblar sus efectivos a fin de cubrir ambas islas. Esta misión finalmente fue rectificada y el Grupo 4 permaneció en la isla Soledad.

http://ejercitonacional.blogspot.com.ar/2012_04_01_archive.html
http://historiasdemalvinas.blogspot.com.ar/2010/04/el-grupo-de-artilleria-aerotrasportado.html

Los primeros dos días acampan a un kilómetro aproximadamente del aeropuerto y duermen en carpas de campaña de nylon que resultan muy frías para aquel clima gélido, en ocasiones llegando a estar a -20º (veinte grados bajo cero), con vientos y lloviznas casi constantes. El suelo y el ambiente son extremadamente húmedos, al grado que en algunos sitios al pisar se asemeja a andar sobre una esponja y el agua brota de entre los pastos del terreno. Luego son trasladados a Puerto Argentino y ahora ocupan carpas de lona que es más reforzada.

Ya en el lugar de las operaciones las actividades comenzaban alrededor de las ocho de la mañana cuando comenzaba a aclarar el día y su comisión específica era mantener en condiciones los tendidos de cables que servían para los teléfonos que operaban de comunicaciones entre las baterías de tiro con los observadores adelantados que estaban en las costas del mar. La tarea consistía en supervisar y reparar las líneas que resultaran dañadas o con desperfectos.

El 1º de mayo comienza el ataque inglés y con ello la realidad de lo que acontecía: estaban en plena guerra contra un poderoso enemigo y en desventajas bajo todo punto de vista. Raúl opina que la inoperancia de las armas los perjudicó enormemente, pues en ocasiones resultaba que de cinco bombas arrojadas explotaba una, no obstante que la Aviación y la Marina era competente. El armamento inglés era además muy preciso y superior al argentino; por ejemplo los cañones del ejército nacional tenían una efectividad de 12 a 14 km. De distancia, mientras que el del enemigo lo doblaba pudiendo alcanzar objetivos de 24 km.

El frío era continuo y el hambre aún más acentuado en el caso de quienes recorrían las líneas periódicamente, pues además de un pronunciado desgaste ocasionado por el continuo trajinar de recorrer a pie diariamente todo tipo de terrenos, llegaban pasada la hora de la distribución de los alimentos y nadie reservaba comida para este sacrificado grupo, por lo que tenían que ingeniárselas ellos mismos para probar algún bocado. Solo al mediodía se servía un escaso almuerzo del que no participaban; a la noche no había cena (oscurecía alrededor de las 17,00 hs.) y ellos recién retornaban a las 16,00 hs. Por fortuna hallaron que un frigorífico de ovejas descartaba las menudencias y grasas que ellos comenzaron a recuperar y apenas calentadas con unas pastillas de combustible que les proveía el ejército las devoraban con feroz apetito. Luego un depósito de mercaderías acumuladas en un galpón (donadas para los soldados) fue bombardeado dejando expuesto su interior y los soldados aprovechan para proveerse de algunos alimentos que mitigaron algo la hambruna que padecían. Para tener una ligera idea del asunto, Raúl llegó con 82 kilos y volvió alrededor de dos meses después con 60.

Es de destacar el maltrato de los jefes y de la severidad desmedida de los castigos: un soldado se ausentó a comprar cigarrillos y fue estaqueado espaldas al piso sobre un simple poncho y con una manta como cobertura bajo el cielo y el intenso frío, durante dos o tres días a pesar de las frecuentes súplicas y de la crueldad manifiesta delante de todos. Un soldado cansado y aterrado por la desgastante contienda llegó al punto de arrojarse un tiro en el pie con su propio fusil abrigando la esperanza de ser conducido al hospital, pero ni aun así logró dejar el lugar de combate.

El depósito de municiones estaba a una distancia como de trescientos metros y estas eran acarreadas a mano y de a pie en medio del bombardeo y la balacera a donde estaban apostados los compañeros de Raúl. Estos estaban en un punto estratégico: a 200 metros del puerto, cerca de las montañas y uno de los más críticos también. En los últimos días del combate había comenzado a asaltarlos cierto cansancio agotador; sentían perder la guerra, no tenían ya como defenderse y fuerzas para acarrear las últimas municiones, más lucharon hasta agotarlas y arruinar buena parte del armamento que a causa del uso intensivo iban quedando inutilizadas. Los propios enemigos comentarían luego:

"Las baterías de artillería se comportaban como si fueran velas que una vez encendidas continuaban consumiéndose hasta su total agotamiento, no dejaban de disparar hasta que el enemigo hiriera a los servidores o estropearan a las piezas, o hasta que éstas se fundieran. Pienso que esa embriaguez de la batalla que me invadió debe ser aún mayor en los soldados que combatieron y la conservarán como el único gran recuerdo que los hará olvidar los penosos días en las trincheras" (comentarios Británicos sobre el desempeño de la Artillería Argentina - Libro Así Peleamos Malvinas).

El encarnizado enfrentamiento se tornaba cada vez más feroz y lamentablemente ya había algunos heridos y muertos del grupo del joven Ponce. Sucedió que el día 10 de junio el soldado Eduardo Antonio Vallejos –clase 63- de la ciudad de Córdoba, ocupó un puesto de vigilancia de la seguridad remplazando a Raúl Ponce mientras el resto descansaba en una pausa en que no había ataque y siendo alrededor de las 23,00 hs. se inició el cañoneo naval con mayor intensidad y que duró toda aquella noche. Ya iniciado el día 11 cae una bomba y es alcanzado por las esquirlas que lo hieren gravemente en la cabeza, falleciendo en el trayecto al Hospital Militar Malvinas. El bombardeo no aminoraba y a los pocos minutos el soldado Jorge Eduardo Romero se encontraba cumpliendo su misión de vigilancia cuando aproximadamente a la 01,30 horas, sin darle tiempo el zumbido de un eminente proyectil arrojarse al suelo, ante la fatal explosión pierde la vida otro soldado del mismo grupo en la misma madrugada con poca diferencia uno de otro.

Pasarían tan sólo dos días para que la desgracia los alcanzara nuevamente. Eran aproximadamente las 14,00 hs del día 13 de junio, ante una pausa de fuego enemigo, el personal que ocupaba una de las baterías se dispuso a racionar, ocasión en que se reparte la correspondencia y el soldado Néstor Osvaldo Pizarro recibe una encomienda de sus padres, pero solo la carta pudo leer ya que debía continuar con su tarea de abastecer de municiones a la artillería. Cuando se inicia el habitual bombardeo naval a las 15,30 hs., Pizarro que estaba transportando munición para los obuses bajo un intenso bombardeo es alcanzado por una esquirla y aunque se lo transporta de inmediato hacia el Puesto Socorro y luego al Hospital Militar Malvinas, llega a este último sin vida. Todas estas muertes a tan sólo horas del cese del fuego y la rendición, ilustran cómo la ofensiva enemiga se intensificaba a medida que se agotaban los recursos y las fuerzas de los combatientes argentinos.

Finalmente al día siguiente, 14 de junio, reciben la orden de rendirse y permanecen tres días prisioneros junto a un galpón de mercaderías de esas que se tenían acaparadas, hasta que en un momento lo abrieron para poder surtirse de los tan necesarios alimentos. El trato por parte de sus captores ingleses fue bueno y correcto con los soldados, pues entendían que ellos eran las principales víctimas, no obstante parece ser que no así para con los oficiales. Durante ese lapso tuvieron que enfrentar el desafío de recibir los cuerpos de sus camaradas envueltos en una bolsa cerrada para sepultarlos. Así que ellos mismos abrieron las fosas para enterrarlos en lo que llegó a ser el cementerio de muchos caídos allí mismo en Malvinas. No es de extrañar que muchos quedaran mal y no pudieran soportar las vivencias ocurridas en la guerra, según reflexiona Raúl. También supone que el haber tenido una vida más rústica, de trabajo fuerte, antes de la guerra, le haya ayudado a enfrentar con mucha entereza lo que le tocó vivir tan joven, cuanto menos en relación a la exigencia física desplegada durante el combate.

Fueron embarcados en el buque inglés Camberra 4.000 prisioneros argentinos y por cuestiones diplomáticas estuvieron aguardando un día entero porque arbitrariamente el gobierno nacional no les daba las garantías necesarias de que no serían atacados según les exigían las autoridades inglesas para traer a los prisioneros hasta el continente. Después de esto zarparon y fueron llevados hasta Puerto Madryn. Durante el viaje el trato nuevamente resultó ser muy considerado; después de dos meses sin bañarse los soldados pudieron darse una ducha en el buque. No les faltó la buena y necesaria comida y en tres días llegaron a destino. Uno de los pilotos profesionales de guerra inglés al percibir los juveniles rostros de los soldados argentinos, siendo este un hombre como de cincuenta años exclamó: “¿con estos teníamos que pelear? ¡Cómo nos engañaron!”, en alusión a que desconocían que batallaban contra soldados tan jóvenes, pues suponía que estos eran hombres más adultos.

Desde allí en un avión Focus se trasladaron a El Palomar en Buenos Aires y luego un colectivo los transportó a Campo de Mayo donde permanecieron tres días más donde los trataron bien y se los intentó recuperar un poco pues estaban impresentables, tanto física como anímicamente, a raíz de la cruenta lucha. Allí se les proveyó de ropa nueva –aunque no era el uniforme que les correspondía- porque la que tenían estaba hecha hilachas.

Estando ahora más o menos en alguna condición mejorada los envían en tren hasta Córdoba y desde allí a hasta la unidad del Grupo de Artillería Aerotransportado 4. Debido al uniforme diferente que portaban tuvieron que cambiarse con el que les correspondía e increíblemente se les cobró –y tuvieron que pagarlo- el uniforme que llevaron a Malvinas y que se arruinó en los combates.

La guerra había terminado y los padres de Raúl no sólo no tenían noticias de él, sino que la familia lo daba por perdido, pues ninguna de las cartas que enviaron les había llegado a su hijo ni tampoco habían recibido las que él les envió. Veinticinco cartas de la familia estaban en el depósito del batallón. Espontáneamente se presenta en la casa de su hermana el 24 de junio a la tarde quien lo recibe con mucha felicidad; toma una moto Puma de su propiedad y parte hacia el campo donde estaban sus padres y otra hermana que lo ven venir, pero no lo reconocen hasta que llega y se saca el casco. Si usted hasta aquí vivió conmigo el relato, lo invito ahora que deje volar su imaginación y se haga la imagen mental del momento (en este punto de la entrevista Raúl cede a sus sentimientos y me embarga una profunda emoción). Hay que festejar, este hijo volvió de la guerra. Rápidamente se da aviso a los demás hermanos y amigos y pronto concurren a darle la bienvenida.

Después de la conscripción Raúl vivió unos dos años en la ciudad de Córdoba y luego en 1986 se casó con Graciela Gallo (la novia de su juventud –sí, de antes de Malvinas-) en su pueblo Obispo Trejo, de la cual ella también es oriunda y se trasladaron a Zavalla por razón de haber un familiar ya establecido en el pueblo. Aquí tuvieron a sus tres Hijas: Jessica, Roxana y Micaela. Raúl reconoce que es fundamental el apoyo y comprensión familiar para enfrentar todo lo vivido y poder superarlo. Afortunadamente así lo ha conseguido. Se le ve siempre sonriente y de buen humor –vindicando a sus paisanos- y asegura que en su caso particular trata de llevar una vida normal, sin pensar demasiado en lo ocurrido, aunque no le molesta hablar del tema y que fuera de esta época, sólo algunas veces recuerda lo vivido durante el año.

Desde entonces ha recibido muchos reconocimientos y todos los años viaja a Rosario para el 2 de abril y el 20 de junio a desfilar frente al Monumento a la Bandera junto a sus compañeros Veteranos de Guerra con quienes tiene una excelente relación y aprecia. Además una vez al año -el 11 de Junio- viaja a los actos que se llevan a cabo en el batallón del Grupo de Artillería Aerotrasportado 4 -hoy llamado Grupo de Artillería Paracaidista 4- con motivo de conmemorar el Bautismo de Fuego de la Unidad.

Finalmente Raúl Ponce, el Cordobés, es parte de la comunidad de Zavalla; llegó en 1986, hace unos veintisiete años, por lo tanto la mayor parte de su vida la vivió aquí. Continua trabajando en la construcción y todo parece indicar que aquí se quedará. Francamente nos alegra recibir personas sencillas como él y su familia, que junto a otras de bien como ellos, trabajando han contribuido al desarrollo del pueblo.

Esta entrevista fue realizada la mañana del 23 de marzo del 2013. ¡Muchas gracias Raúl!

Entrevista y artículo redactado por Enzo Ollacarizqueta.

Como homenaje y tributo a la Unidad, la Comisión y el Grupo de Artillería llevaron adelante un proyecto consistente en la construcción de un monumento de reconocimiento a los integrantes del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 que participaron en combate, como así también a quienes permanecieron en la unidad apoyando desde su asiento de paz a los a los combatientes. El mismo se ubica en la entrada del Cuartel de Artillería “Unión”, donde se encuentra actualmente emplazada la unidad y se inauguró el día 13 de junio, durante los actos conmemorativos del Bautismo de Fuego de la Unidad correspondientes al año 2003.

Participación del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 en Malvinas
por el Tte. 1ro Juan Haliska (extracto)

El origen de esta Unidad se remonta al Regimiento 4 de Artillería creado a principio del siglo pasado y que durante décadas tuvo su asiento en el Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba. En el año 1946 es disuelto, pasando a integrar la Artillería Pesada de la entonces Escuela de Artillería. El 16 de noviembre de 1964 al crearse la IVta Brigada de Infantería Aerotransportada, se organiza el Grupo de Artillería Aerotransportado 4, teniendo desde entonces su asiento en el camino a La Calera Km. 9. Córdoba y contando como dotación Obuses Otto Melara Cal 105 mm.

El 23 de abril de 1982, parte del aeropuerto Pajas Blancas de la ciudad de Córdoba, el primer vuelo con efectivos de la Unidad rumbo a la ciudad de Comodoro Rivadavia siendo su destino final Puerto Argentino. Allí arriban la totalidad de los efectivos el 28 del mismo mes, pasando a depender del Comando de la Agrupación Ejército “Puerto Argentino”. La masa del Grupo de Artillería ocupó posición en forma definitiva el 9 de mayo, en la hondonada ubicada al noroeste de la altura de Sapper Hill en proximidades del arroyo Felton, recibiendo la misión de reforzar los fuegos del Grupo de Artillería 3 para proporcionar adecuado apoyo de fuego a los elementos de combate de primera línea.

Por su parte, la Batería de Tiro “A”, a 4 piezas, fue agregada a la Fuerza de Tarea “Mercedes” (Regimiento de Infantería 12), ocupando una posición en la zona de Darwin - Pradera del Ganso, a partir del 24 de mayo. Desde que la Unidad entró en posición recibió fuegos de hostigamiento, fuego de artillería naval durante las noches y bombardeos aéreos durante el día, circunstancia que dificultaba el descanso del personal sin llegar a doblegar el espíritu de lucha de sus integrantes. El 27 de mayo, a las 22 horas ante el inicio del ataque británico, la Batería de Tiro “A” comenzó a cumplir misiones de apoyo de fuego hasta el 29 de mayo a las 0200 horas, momento en que se produjo el cese del combate de Darwin - Pradera del Ganso, constituyendo así esta subunidad el primer elemento de la artillería de campaña argentina que entrara en combate. Cabe destacar que en dos oportunidades el apoyo de fuego brindado contribuyó a detener el ataque inglés.

El 11 de junio, aproximadamente a las 23 horas, el resto de la Unidad inició también sus misiones de fuego hasta el 12 de junio a las 0930 horas, en forma interrumpida. Recibiendo de esta manera su bautismo de fuego y proporcionando adecuado apoyo a los combates que desarrollaban en Puerto Argentino el Regimiento de Infantería 4 y la Compañía “B” del Regimiento de Infantería Mecanizado 6 (Montes Harriet - Dos Hermanas), el Regimiento de Infantería Mecanizado 7 (Monte Longdon) y el Batallón de Infantería de Marina 5 (Cerro Tumble-down).

La Unidad cumplió con la misión que recibiera hasta las 1030 horas del 14 de junio, oportunidad en la que se produjo el cese del fuego por parte de las tropas argentinas, habiendo batido finalmente al enemigo con puntería directa a 500 Mts y consumido la totalidad de su munición. Con posterioridad marchó a la localidad de Puerto Argentino reuniéndose con los restantes efectivos. Durante los combates se superaron las 300 misiones de fuego en un sector de más de 180 grados. Las piezas se fueron inutilizando debido en primer término a la gran cadencia de fuego a la que fueron sometidas (se lanzaron más de 8500 proyectiles durante el lapso indicado) y también porque atento a las características del terreno, las piezas se enterraban impidiendo en determinados momentos el retroceso de los tubos que golpeaban por ende con la culata contra el suelo.

Durante las acciones perdieron la vida en cumplimiento del deber los soldados Eduardo Antonio Vallejos, Jorge Eduardo Romero y Néstor Osvaldo Pizarro, recibiendo por ello la condecoración “La Nación Argentina al Muerto En Combate”, Resultaron heridos un Oficial, tres Suboficiales y dos Soldados.

A partir del año 1983 con motivo de conmemorarse el 11 de Junio el Bautismo de Fuego de la Unidad, se reúnen anualmente en su asiento de paz la casi totalidad de los efectivos que participaron de la recordada gesta, honrando en una formación a los camaradas caídos en combate. Con fecha 01 de Mayo de 1999, se modifica la denominación del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, por la de Grupo de Artillería Paracaidista 4.

 
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