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Un envío de Carlos Zini 03/12/07

 

La historia del soldado Fernandez y sus dos islas  
Malvinas y Apipé, las dos islas del soldado Fernández

Se llama Marcelino. Es el único ex combatiente de Malvinas que vive en la ínsula correntina, a 40 kilómetros del puerto. Hasta allí llegó un equipo socio-sanitario para entrevistarlo y conocer su situación y la de su familia. He aquí su historia.

EL DATO

Corrientes es la primera provincia que realiza el relevamiento del Pami, a 25 años de Malvinas. Concluirían el 4 de diciembre, día en que llevarán a cabo un acto con la presencia de la titular del Pami, Graciela Ocaña. Los datos son procesados el con asesoramiento del Conicet.

Hablar de islas puede ser para Marcelino Fernández sinónimo de hogar, refugio y pertenencia; pero también puede equivaler a defensa, muerte, terror y bombas. La vida de este ex combatiente correntino está signada por Malvinas y Apipé, las dos islas que tallaron esa punzante historia personal que lo muestra hoy en la profundidad rural y con un semblante que le aporta más años que los de 47 que tiene. Inflexibles fueron los achaques de la lucha constante por la subsistencia.
Una en el extremo sur del país y la otra en el límite norte, las islas cincelaron hondo el áspero interior de un Marcelino que en sus lejanas miradas deja descifrar en parte las íntimas cicatrices de viejas batallas. Su pasado y presente se resumieron con palabras durante una calurosa siesta de noviembre en la isla Apipé, bajo la media sombra de un árbol alto pero anémico de hojas y frente al trío de ranchitos de su propiedad.

El ex soldado vive con su familia en el paraje Vizcaíno, a 45 kilómetros del puerto principal de la isla de las paradojas: es tierra argentina pero está rodeada de aguas paraguayas; está frente a la imponente represa de Yacyretá y hasta ahora no tiene conexión eléctrica directa.

Hasta la casa de Marcelino, en el extremo más lejano de la localidad cabecera, San Antonio, y sobre el borde del islote, llegó el martes una comitiva que escoltó al equipo de especialistas que realiza el relevamiento socio-sanitario para ex combatientes en la zona de Ituzaingó. El Litoral acompañó el viaje desde la capital provincial que demandó más de cinco horas para arribar a la vivienda de Marcelino Fernández. Primero en automóvil por la Ruta Nacional Nº 12 hasta Ituzaingó, luego en lancha por el Paraná para cruzar en 10 minutos a San Antonio y finalmente más de media hora en camioneta por el polvoriento camino de suelo arenoso que se abre en las entrañas de la isla.

Encuentro

Las dos pick up que aportó la Prefectura llevaba al contingente visitante hasta la casa de Marcelino, abriéndose paso con potencia sobre la ruta de tierra que fue optimizada hace un año y medio.

Apenas se dejó atrás el pueblo, el paisaje rural inundó los ojos a tal punto que a muchos le hizo rememorar incursiones por los campos de muchos rincones del continente. 'Creo que falta poco para llegar', anuncia Ramón, un ex combatiente de Ituzaingó que no dejaba de aferrarse con los dos manos a la estructura de la vieja F-100. Al costado del camino, pastizales que en pocos instantes mutan en pequeños montes que poco después dejan lugar a una casita y su chacra en la entrada. Luego aparece la escuela de la zona, con un caballo atado en el portal.
De repente las camionetas se detienen y a pie se recorren los menos de cien metros que separan la ruta de la casa de Marcelino. El mismo sale a recibir a la nutrida comitiva. Bajo el árbol principal del patio se disponen varias sillas y al ex combatiente anfitrión se le explica de qué se trata el relevamiento, mientras su esposa, hijos y hermanos observan expectantes.

Así se dispone que el médico y el estudiante comiencen a preguntar y rellenar formularios en otra mesa, a solas y cerca de las tres casitas. Tras más de media hora de diálogo ameno, termina la tarea con un chequeo de su salud.

Camillero

'Nací acá, en 1960; antes teníamos una casa cerca del puerto y después de la guerra vinimos para Vizcaíno', responde entre breves silencios Marcelino. De ese momento, se remonta a 1982: 'Vivía en Paraguay cuando convocaron a la guerra, pero cuando se incorporó a la clase '62 me presenté para hacer la colimba y no ser desertor', contó para después especificar que 'fui a Curuzú Cuatiá, en el hospital militar. Allí nos dieron la instrucción y sin que nos avisaran nos llevaron a Malvinas'.
En las islas del sur se desempeñó como camillero, atendiendo a los heridos pero también sacando los cuerpos de los soldados fallecidos. Todo entre bombas, frío extremo y sin experiencia.

'Llegamos a la 1 de la madrugada y a las 4 comencé a buscar a los heridos. Una vez, cayó una bomba al lado mío y las esquirlas casi me matan. Me salvé, pero murió un compañero mío', recuerda. Después de tanto dramatismo y reflejos para sobrevivir, concluyó la guerra. Ahí comenzó la vuelta a casa, tal vez más dura por los posteriores años de olvido que vivieron los ex soldados. 'Vinimos 27 nomás de los 46 que éramos de mi compañía', indica Marcelino mientras su rostro muestra los ojos más achinados que de costumbre.

Volver fue complicado, mucho más de lo que se puede imaginar. En el caso de este ex conscripto, un dato sustancial: 'Cuando yo vine de Malvinas, no me creyeron al entrar a la isla Apipé. Yo les decía que regresaba de la guerra y no me creían', dice a 25 años del hecho con gestos de aún no entenderlo.
Al poco tiempo de su regreso convive con su primera esposa, que falleció hace un lustro y con quien tuvo seis hijos. Luego rearmó su vida con su actual mujer, María, y tienen un hijo de dos años.
'Malvinas me cambió totalmente la visión de la vida y la muerte', resalta el hombre que actualmente vive de la pensión de ex combatiente y se dedica a la chacra que tienen con sus dos hermanos en la propiedad.

Marcelino despide a cada uno de los integrantes del contingente con un fuerte apretón de manos y vuelve a su casa en medio de la profundidad de la isla, la Apipé. La otra, Malvinas, sigue en su memoria y en la lucha diaria de un sector que no baja los brazos en la guerra contra el olvido.

Otra hermosa nota del amigo periodista Gustavo Lescano del Diario El Litoral de Corrientes.

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