Compartir la noticia:
La devoción al Corazón Inmaculado de María es tan antigua como el cristianismo. El Espíritu Santo nos lo enseñó por San Lucas, el evangelista de la infancia del Salvador: “María guardaba todas estas palabras, y las meditaba en su Corazón. Y la Madre de Jesús guardaba todas estas cosas en su corazón”.
SÚPLICA AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA.
“¡Oh Madre admirable, qué cosas tan grandes y gloriosas tenemos que pensar y decir de ti y de tu bondadoso corazón! Si los oráculos del Espíritu Santo dicen tan alto que eres un abismo de milagros, de seguro que no se equivoca el que diga que tu Corazón es un mundo de maravillas.
Porque ¿no ha sido la humildad de tu Corazón la que te ha levantado al trono más alto de gloria y de grandeza a que una pura criatura puede llegar? ¿No es la humildad, la pureza y el amor de tu Corazón la que te ha hecho digna de ser Madre de Dios y la que te ha enriquecido con todas las perfecciones, prerrogativas y grandezas propias de tan sublime dignidad?
Por todo ello, miro, saludo y venero a tu Corazón virginal como a un mar de gracia, como a un milagro de amor, como a un espejo de caridad, como a un abismo de humildad, como al trono de la misericordia, como al imperio de la divina voluntad, como al santuario del amor divino, como al objeto primero del amor de la Santísima Trinidad”
“Abre, abre, oh Madre de misericordia, la puerta de tu Corazón benignísimo a las oraciones que te dirigimos con suspiros y gemidos. No rechazas ni tienes asco al pecador, por muy corrompido que se halle en pecados, si suspira hacia ti y si implora tu intercesión con un corazón contrito y penitente” .