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La difunta monarca Isabel II y su esposo Felipe, participaron activamente en 1962 de un plan secreto para influir en los comicios en nuestro país. Las razones de su intervención cuyos detalles aún permanecen bajo estricto secreto.
- Por disposición del gobierno laborista, la tarea del príncipe era evitar la derrota en las elecciones de los partidarios de Arturo Frondizi, como así también evitar un nuevo golpe cívico-militar. Los ingleses sabían que una derrota en las elecciones legislativas, haría reaparecer otra vez las ideas peronistas en el poder. Para ese caso, si las influencias del príncipe no lograban buenos resultados, siempre se contaba como última instancia para evitar la vuelta del peronismo en la Argentina, el del golpe militar, como finalmente terminó resultando.
Por Darío Silva D’Andrea (año 2013).- En marzo de 1962, la reina Isabel II de Inglaterra participó de un plan secreto del gobierno inglés para influir en las elecciones de nuestro país. Para ello, con el apoyo del primer ministro Harold Macmillan, envió a Buenos Aires a su esposo, el príncipe Felipe, en lo que fue presentado un viaje de relaciones comerciales.
Una serie de documentos y telegramas secretos revelan que el entonces embajador británico, George Middleton, confiaba en que mientras el príncipe Felipe estuviera en Buenos Aires, nadie se atrevería a dar un golpe de Estado, que parecía inminente.
“Considero que ni el presidente ni los militares utilizarán la presencia del Príncipe con fines partidarios o políticos”, decía uno de los telegramas de Middleton. “La decisión de no cancelar la visita será interpretada como una demostración de nuestra confianza en Frondizi… No queremos favorecer el regreso del peronismo”.
El gobierno inglés estaba desesperado por mantener a Frondizi en el poder, porque había sido electo democráticamente y era visto como “amigo de Occidente” en plena Guerra Fría. La junta militar previa había nacionalizado muchas compañías británicas y había inspirado sentimientos antibritánicos entre la población.
El paso del príncipe por Buenos Aires fue un constante juego de azar. Una cena oficial en la Casa Rosada fue interrumpida por altos mandos militares que anunciaron a Frondizi una inminente revuelta militar.
En varias ocasiones, el príncipe fue blanco de estudiantes porteños que le tiraron huevos y manifestantes contra la ocupación británica de las Malvinas. Mientras tanto, el embajador enviaba a Londres un mensaje cifrado en que recomendaba que, aunque la situación interna era delicada, Felipe “debe proceder según lo planeado”.
Finalmente, el 27 de marzo Felipe tuvo que abandonar Buenos Aires porque las Fuerzas Armadas se pusieron en marcha. Los golpistas presionaron al Presidente para que desconociera el triunfo electoral de Andrés Framini, candidato peronista, en las elecciones cordobesas. Como se negó a hacerlo, lo destituyeron.
Middleton se apresuró a evacuar de la capital al príncipe consorte. La poco exitosa visita real terminó a 140 km, en la finca de la familia Blaquier, donde Felipe sería entretenido por la alta sociedad argentina con cenas y partidos de polo, mientras los militares marchaban por las calles de la capital.
El gobierno de Macmillan se dispuso a proteger a la reina Isabel de responsabilidades y críticas sobre el viaje del príncipe, y selló todos los documentos relacionados con el viaje. Toda la documentación ministerial y diplomática referente a esa anécdota seguirá en secreto hasta el año 2057.