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Primero San Nicolás, después una divinidad pagana… y al final Papá Noel


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23/12/2015

Todos los niños lo saben: Papá Noel viene del Polo Norte, es barbudo y tiene sobrepeso, y la noche entre el 24 y el 25 de diciembre lleva regalos a los niños de todo el mundo viajando sobre un trineo arrastrado por renos. Pero la historia de este amado personaje folklórico es larga y fascinante casi como su leyenda.

Papá Noel nace en la orilla del Mediterráneo, se desarrolla en el Norte de Europa y asume su forma definitiva (Santa Claus) en el Nuevo Mundo, desde donde se difunde a todos los rincones del globo. Pero hay que saber que en el principio fue San Nicolás el que inspiró la figura de Papá Noel (Familia Cristiana, 7 diciembre).

Obispo de Mira

Nicolás era un griego nacido en torno al 280 d.C. que fue obispo de Mira, pequeña ciudad romana del sur del Asia Menor, la actual Turquía. Nicolás se ganó la reputación de orgulloso defensor de la fe cristiana en años de persecución y transcurrió muchos años en prisión hasta que, en el 313, Constantino emanó el Edicto de Milán que autorizaba el culto.

La iconografía ha dejado varias imágenes suyas, pero ninguna se parece mucho al hombretón alegre, gordo y de barba blanca que hoy atribuimos a Papá Noel.

Muchos milagros

Tras su muerte (que tuvo lugar el 6 de diciembre de un año imprecisado a mitad del siglo IV), la figura del santo se hizo popularísima en toda la cristiandad, gracias también a los muchos milagros que se le atribuyeron. Muchas profesiones (por ejemplo los marinos), ciudades e incluso naciones enteras lo adoptaron y aún lo veneran como patrón. Pero ¿por qué llegó a ser también protector de los niños y mítico dispensador de regalos?

La razón, explica Gerry Bowler, historiador y autor del libro “Santa Claus: A Biography”, está sobre todo en dos leyendas que se difundieron en Europa en torno al año 1200 (National Geographic, diciembre 2014).

El regalo del oro

Hela aquí descrita en la versión que proporciona la Leyenda Aurea de Jacopo da Varagine: “Un vecino suyo, que tenía tres hijas aún jóvenes, había decidido, a causa de su pobreza extrema y a pesar de la nobleza del casamiento, de empujarlas a la prostitución para tener con qué vivir de ese sucio comercio. El santo lo supo, se horrorizó y, envolviendo oro en un paño, de noche, a través de una ventana, lo arrojó a la casa del vecino y huyó. Al despertarse por la mañana, el vecino encontró el oro, dio gracias a Dios y con esa suma casó a la primogénita”.

“No mucho tiempo después, el siervo de Dios volvió a hacer lo mismo. El hombre encontró de nuevo el oro y exultando de alegría y de gratitud decidió hacer lo que fuera para saber quién era el que remediaba de ese modo su pobreza. Después de pocos días, doblando la suma, Nicolás arrojó de nuevo el saquito a la casa; el hombre, despertándose por el ruido, corrió detrás de Nicolás que huía, gritándole: “¡Detente, déjate ver!”. Y, alcanzándolo, reconoció a Nicolás. Se echó por tierra e intentó besarle los pies. Pero Nicolás no quiso, al contrario, le hizo prometer que nunca revelaría el asunto a nadie, durante toda su vida”.

Divinidades barbudas

Esta leyenda se popularizó sobre todo en Europa central. En realidad, durante muchos siglos, el culto de San Nicolás – y la tradición de hacer regalos a los niños – se siguió celebrando el 6 de diciembre, como sucede aún en diversas zonas de Italia del Norte y del arco alpino, hasta Alemania. Con el tiempo, al santo se le atribuyeron algunas características típicas de divinidades paganas existentes anteriormente, como el romano Saturno o el nórdico Odín, también ellos representados a menudo como viejos con barba blanca capaces de volar. San Nicolás estaba encargado también de despertar a los niños para que se portaran bien y dijeran sus oraciones.

Jesús y el hombre forzudo

Pero la Reforma protestante, a partir del siglo XVI, abolió el culto de los santos en gran parte de la Europa del Norte. “Era un gran problema”, comenta Bowler siempre en National Geographic. “¿A quién hacer traer los regalos a los niños?”. En muchos casos, responde el experto, la tarea se atribuyó al Niño Jesús, y la fecha se trasladó del 6 de diciembre a Navidad. “Pero el pequeño Jesús no parece capaz de traer muchos regalos, y sobre todo, no puede amenazar a los niños malos. Así que a menudo se recurrió a un ayudante más forzudo, capaz de dar miedo”.

Nacieron así en el mundo germánico algunas figuras a medio camino entre el duende y el demonio. Algunos, come el Krampus, sirven de ayudantes al propio san Nicolás; en otros, el recuerdo del santo sobrevive en el nombre, como Ru-klaus (Nicolás el Bruto), Aschenklas (Nicolás de cenizas) o Pelznickel (Nicolás el Peludo). Eran ellos los que garantizaban que los niños se portaran bien, amenazando con castigos como azotes o raptos. Por muy extraño que parezca, también de estos personajes nace la figura del alegre viejecito del trineo.

Santa Claus

Los inmigrantes del norte de Europa llevaron consigo estas leyendas cuando fundaron las primeras colonias en el Nuevo Mundo. Los holandeses, que seguían aficionados a san Nicolás, difundieron su nombre, “Sinterklaas”. Después, en las primeras décadas del siglo XIX, diversos poetas y escritores comenzaron a dedicarse a trasformare la Navidad en una fiesta familiar, recuperando también la leyenda de san Nicolás.

Ya en un libro de 1809, Washington Irving imaginó a un Nicolás que pasaba por los tejados con su carro volante llevando regalos a los niños buenos; después fue con ocasión de un libreto anónimo en verso, The Children’s Friend, con la primera verdadera aparición de Santa Claus, asociado a la Navidad “pero privado de cualquier característica religiosa, y vestido con las típicas pieles de los divertidos portadores de regalos germánicos”, explica Bowler. Este Santa trae regalos pero también inflige castigos a los niños malos, y su carro es arrastrado por un solo reno.

El personaje de Coca Cola

El “giro” tuvo lugar en la primera mitad del siglo XX. Fue la necesidad de encontrar, en 1931, un vehículo publicitario para el lanzamiento de Coca Cola a los niños y a los adolescentes, lo que empujó a la compañía de la famosa bebida americana a vestir a Santa Claus de rojo y de blanco, para que recordara los dos colores de la bebida.

Los embotelladores de Coca-Cola habían sabido siempre que tenían que intentar atraer pronto a la nueva generación de consumidores, a pesar de las cortapisas que entonces existían hacia la publicidad dirigida a los jóvenes menores de doce años. Ahora que los niños podían encontrar Coca-Cola en sus frigoríficos, la Compañía empezó a cortejar al mercado de los niños en edad escolar, pero poniendo atención en no mostrar nunca explícitamente en la publicidad a un niño en el acto de beber Coca-Cola.

El nacimiento de “Sunny”

“Sunny”, un fuerte bebedor sueco profesionalmente brillante, pero que siempre llegaba tarde, se hizo indispensable, a pesar de sus costumbres, inventando el clásico Papa Noel de Coca-Cola en 1931. El Papa Noel de Sundblom era el perfecto hombre de Coca-Cola: más grueso de lo normal, de un rojo brillante, siempre alegre y “pillado” en situaciones extravagantes que siempre concluían con una famosa bebida como recompensa por una dura noche de trabajo pasada entregando juguetes.

Costumbres desaparecidas

A partir de finales de la II guerra mundial Santa Claus-Papá Noel se impuso también en la Europa meridional, suplantando todas las festividades regionales de regalos a los niños ligadas a los santos, que habían resistido durante los siglos posteriores a la Reforma. Desapareció así, sobre todo, la costumbre de hacer regalos a los niños el 6 de diciembre, día de San Nicolás, así como de hacerlos el 13 de diciembre, en la fiesta de Santa Lucia.

Fuente: Aleteia

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