30 diciembre 2024
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Ocurrió el 28 de Septiembre de 1966.
Un grupo de jóvenes estudiantes, obreros y sindicalistas, desvió un avión de Aerolíneas Argentinas y aterrizó en Malvinas. Allí, hicieron flamear la bandera argentina durante treinta y seis horas, antes de entregarse a las autoridades católicas en las islas. La Justicia Federal los condenó.

Por Patricio A. Mendiondo*

INTRODUCCIÓN

Alrededor de las seis de la mañana del miércoles 28 de septiembre, un grupo comando de 18 jóvenes argentinos, entre los que había una mujer, tomaron el control del vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas, avión Douglas DC-4, que la noche antes había despegado del aeroparque Jorge Newberry hacia Río Gallegos. Fue el inicio del Operativo Cóndor.

EL COMANDO

Dardo Cabo, alias Lito, un joven alto y delgado de 25 años, periodista y afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica, era el jefe del comando. Lo secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años, de baja estatura pero fornido, apodado El Chicato a causa del grueso aumento de sus lentes.
Ambos entraron con pistolas a la cabina y le ordenaron al comandante del Douglas DC-4, Ernesto Fernández García, que cambiara el derrotero. ‘Ponga rumbo uno-cero-cinco’, dijo Cabo. El piloto obedeció y enfiló la nave, con 35 pasajeros a bordo, rumbo a las Malvinas.
La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1961).
Los otros integrantes del Comando Cóndor eran Ricardo Ahe, de 20 años de edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años, metalúrgico; Aldo Omar Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo, 21 años, metalúrgico; Pedro Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez, 20 años, obrero; Juan Carlos Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara, 20 años, estudiante; Edelmiro Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado; Fernando José Aguirre, 20 años, empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado; Pedro Bernardini, 28 años, metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante; y Víctor Chazarreta, 32 años, metalúrgico. La edad promedio del grupo era de 22 años.

LUGAR DE ATERRIZAJE – POBLADORES

Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje.
Ese mismo miércoles amaneció nublado. El día anterior había llovido. En esa época habitaban las islas poco más de mil personas.
Veinte soldados constituían la fuerza militar del Reino Unido. También había una Fuerza de Defensores Voluntarios. En el arsenal local, cada uno de los milicianos poseía su fusil, la provisión de municiones y el equipo militar.
Sir Cosmo Haskard era el gobernador de la isla, pero ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo suplantaba el vicegobernador.
Aquel día, el radioaficionado Anthony Hardy fue el primero en divulgar la noticia: un avión Douglas DC-4 había descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de 800 metros. Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y de esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires.

LA TOMA DEL AVIÓN

Según cuenta José Salomón, abogado de los miembros del operativo, aproximadamente a las seis de la mañana, y ya sobrevolando la ciudad de Santa Cruz, el grupo tomó el avión y previo a conversar con el comandante -que alegaba falta de combustible- lo obligó a tomar rumbo 105 con destino a las Islas Malvinas. A los pasajeros se les comunicó, para no atemorizarlos, que se regresaba a Comodoro Rivadavia.

ATERRIZAJE

Entre claros pudieron divisar tierra, localizaron la ciudad, y luego de hacer alguno virajes de reconocimiento, aterrizaron en una pista de carrera de caballos, evitando distintos obstáculos que allí había. No bien se detuvo el avión descendió el grupo de jóvenes armados, y procedió a colocar banderas argentinas en las inmediaciones.

A las 9:57, en Puerto Rivero -después sería Puerto Argentino- Dardo Cabo firma el siguiente comunicado: “Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto Rivero, Islas Malvinas, autoridades inglesas nos consideran detenidas. Jefe de Policía e Infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador ingles anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino.”

Al descender, los jóvenes llevaban una proclama escrita en inglés, que repartieron a unas cien personas que se habían acercado al lugar, declarando que no eran agresores sino argentinos que se consideraban en su propio país. Ni bien se enteraron de sus objetivos, los kelpers llamaron al grupo de Voluntarios que defendía las islas y cercaron el avión.
Muchos de los pobladores que corrieron para saber de que se trataba y para prestar ayuda si era necesaria, fueron tomados como rehenes.

LAS SIETE BANDERAS

Los muchachos descendieron del avión  y desplegaron siete banderas argentinas.Colocaron rapidamente cinco banderas argentinas en los alambrados y otra en el avión, y en un mástil. El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina. El objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró en la pista de carreras y quedó muy alejado de la casa de sir Cosmo Haskard. La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de cien isleños, entre soldados, milicianos de la Fuerza de Defensa y nativos armados.

NEGOCIACIONES

Bajo la persistente lluvia y encandilados por potentes reflectores, los comandos bautizaron el lugar como ‘Aeropuerto Antonio Rivero’. El sacerdote católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes pasajeros -entre los que se encontraba Héctor Ricardo García, director del diario Crónica y de la revista Así- se alojaran en casas de ‘kelpers’, mientras los ‘cóndores’ permanecían en el avión. Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el Himno Nacional.
El comunicado fue difundido por la radio del avión. Y a las 18 horas se complementó con otro que decía: “Informa Operación Cóndor. Después de escuchar misa en castellano dentro del avión, fueron liberados los rehenes ingleses.”
Los 18 argentinos contaban con mucho y sofisticado armamento transportado clandestinamente en el avión, pero el cansancio, la falta de alimentos y agua los obligaron a rendirse.
A la tarde, una fuerte lluvia comenzó a caer sobre la Isla. No obstante, varios pobladores y los infantes de marina (ingleses) se daban a la tarea de colocar grandes reflectores en las inmediaciones del avión, para poder observar sin problemas los movimientos de los ocupantes de la máquina. Además, el cerco armado ya estaba al máximo. En los siete jeeps ubicados detrás del avión se habían apostado policias, infantes y pobladores armados; otro tanto en los coches ubicados delante, mientras en lo alto del cerro tres carpas de campaña revelaban que en su interior también había efectivos.
Se calcula que unos cien hombres, de los 120 habitantes de la Isla, estaban en pié de guerra, pese a la inclemencia del tiempo y la fuerte lluvia, que cayó sin tregua durante mas de dos horas. Mientras los 18 integrantes del comando se encerraban en el avión, como único refugio para planear sus futuras acciones, los tripulantes y pasajeros del vuelo 648 (que habían sido trasladados hasta el centro de la ciudad para recibir alimentos y hospitalidad) disfrutaban de buenas comodidades que les brindaron los malvinenses.

A las 4:30 horas del 29 de Septiembre, se conoció un mensaje del gobernador inglés de las Islas. En el mismo, el representante real expresaba: “están totalmente cercados; si intentan salir del avión, los soldados y policias tienen ordenes de tirar. No respondemos por vuestras vidas. Es preferible que se rindan.”
La respuesta del jefe del comando fue negativa.

Al día siguiente poco después de las 15, el padre Roel (holandés que hablaba castellano),  fue a visitar a los muchachos. Y allí, les solicitó que entregaran sus armas y se rindieran. La respuesta fue la de siempre: “no estamos dispuestos a deponer las armas.”
Finalmente se llegó a un pacto, en que los argentinos depondrían de su actitud, siempre y cuando fueran acogidos por la Iglesia Católica, y quedaran exclusivamente a cargo del padre Roel y del monseñor James Ireland.

A las 17, todos los cóndores con el sacerdote y el comandante formaron junto a la bandera argentina que estaba flameando desde la mañana anterior, y procedieron a arriarla. Luego, con ella en brazos, entonaron el Himno Nacional Argentino, de viva voz, mientras atónitos custodios ingleses, sin moverse de sus puestos pero siempre con las armas listas, seguían con atención la emocionante ceremonia. Media hora mas tarde, el comandante de la nave, Fernandez García, recibía sobre su avión todas las armas.

ENTREGA DE LAS BANDERAS “MALVINERAS”

El 1 de Octubre, los argentinos fueron transportados en una lancha carbonera inglesa hasta el barco Bahía Buen Suceso. En ese momento Cabo tomó las siete banderas argentinas, y tal como lo había prometido, en vez de bajar con ellas enarbonándolas (como era la idea) las entregó al almirante Guzmán en una bolsa, diciendo en la oportunidad las siguientes palabras: “Señor Gobernador de nuestras Islas Malvinas, le entrego como máxima autoridad aquí de nuestra patria, estas siete banderas. Una de ellas flameó durante 36 horas en estas Islas y bajo su amparo se cantó por primera vez el Himno Nacional.”

A SER JUZGADOS

El viaje desde las Malvinas hasta Tierra del Fuego se extendió desde las 19:30 horas del 1 de Octubre hasta las 3 de la mañana del 3 de Octubre, en que llegaron a Ushuaia.
El sábado a mediodía, el buque argentino Bahía Buen Suceso embarcó a los 18 comandos, la tripulación del avión y los pasajeros rumbo al sur argentino, adonde llegaron el lunes de madrugada. Los jóvenes fueron detenidos en las jefaturas de la Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, en el territorio nacional de Tierra del Fuego. Interrogados por un juez, se limitaron a responder: ‘Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía’.
Quince de ellos fueron dejados en libertad luego de nueve meses de prisión. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez permanecieron tres años en prisión debido a sus antecedentes político-policiales como militantes de la Juventud Peronista.
María Cristina Verrier, hija de un juez, y Dardo Cabo, hijo de un legendario dirigente gremial, se casaron en la cárcel.
El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del comando fueron enjuiciados en Bahía Blanca. Como el secuestro de aviones aún no estaba penalizado en Argentina, los cargos de la fiscalía fueron ‘privación de la libertad’, ‘tenencia de armas de guerra’, ‘delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación’, ‘asociación ilícita’, ‘intimidación pública’, ‘robo calificado en despoblado’ y ‘piratería’.
Dardo Manuel Cabo fue muerto por efectivos del ejército, mientras estaba detenido, el viernes 6 de Enero de 1977 en un confuso episodio, en una ruta de Coronel Brandsen (provincia de Buenos Aires). Se dijo que intentó escapar.

Dardo Cabo expresó así su acto en Malvinas:
“Fui a Malvinas a reafirmar la Soberanía Nacional y quiero aclarar que en ningún momento me he entregado a las autoridades inglesas, sino que acepté el hospedaje de la Iglesia Católica ofrecido a través del Arzobispo de las Islas Malvinas; que me consideré detenido por la Autoridad Argentina que allí reconocí en el Comandante de Aerolíneas, entregándole al Gobernador de Tierra del Fuego e Islas Malvinas, señor Almirante Guzmán, las banderas argentinas que flamearon en tierra malvineña durante treinta y seis horas”.

CONCLUSIÓN

Un dato curioso: Héctor García, el director del diario Crónica, había viajado porque le habían hecho saber que algo iba a pasar, sin saber de que el supiera de que se trataba. Por eso mismo, estuvo detenido en las islas y fue llevado junto con los 18 jóvenes, hasta ser liberado en Tierra del Fuego.

Lo hecho por este grupo “Cóndor”, fue un acto donde se mezcla patriotismo con delito.
El hecho de ir a las islas y reivindicar la soberanía es correcto. Pero secuestrar un avión con inocentes dentro, y privarlos de su libertad es un gran delito, por el que fueron juzgados, aunque también se le agragaron otros cargos que no correspondían y que seguramente fueron dictados para quedar bien con el gobierno británico.

*Artículo publicado por primera vez el 28 de septiembre de 2002.