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Una capilla en pleno centro de París : el año 1830, la Virgen María se manifestó a Catalina Laboure, una mujer humilde del campo que a los 24 años había decidido entregar su vida a Dios en la Compañía de las Hijas de la Caridad, dedicada enteramente al servicio de Cristo en los más necesitados. A los tres meses de su “noviciado vicentino” se hace realidad el sueño de su vida: ver a la Virgen María.
En esta Capilla oculta, multiplicada y visible hoy en infinidad de Santuarios, Templos y lugares de oración, María dejó una señal y un mensaje claro para el mundo: “ la Medalla, ” signo recordatorio del amor de Dios, que en la Virgen nos muestra su rostro maternal y divino; y nos señala el camino de una sola dirección: “vayan a Jesús y hagan lo que él les diga.” Así, en la Madre, el peregrino se encuentra y se reconcilia con Dios, consigo mismo y con los hermanos.
En Fain les Moutiers (Francia) nació Catalina el 2 de mayo de 1806 Era la novena de una familia que contaría con 17 hijos. Sus padres, Pedro Labouré y Luisa Gontard, propietarios de la granja que ellos mismos trabajaban, crearon un hogar tranquilo y cristiano. De su madre recibió Catalina una sólida piedad y un amor al trabajo bien hecho, que fue la característica de toda su vida. Al morir su madre en 1815, Catalina queda huérfana a los 9 años. Sin una madre terrenal, la niña encontró otra madre en la Santísima Virgen. Una sirvienta de la granja la sorprende subida en una silla con la imagen de María a la que estrechaba entre sus pequeños brazos : “ Oh María, ahora Tú serás nuestra Mamá.” Y la Madre del cielo dijo “sí.”
A los doce años, como consecuencia de la entrada de su hermana mayor, María Luisa, en la Compañía de las Hijas de la Caridad, su padre le confió el cuidado de la casa y de la granja, tarea que compartía con Tonina, su hermana menor. Catalina Labouré, llamada familiarmente Zoe, no pudo ir a la escuela; solo más tarde aprenderá a leer y a escribir no mucho ni bien. Desde su primera comunión había sentido el llamado de Dios y soñaba con la vida religiosa. Pero su padre, con el fin de hacerle olvidar esa historia, la envía a París para trabajar en el restaurante de su hermano Carlos. En ese ambiente incómodo, sufriendo las ironías y desplantes de las “señoritas elegantes”, se hacía fuerte con la oración.
Una vez Catalina tuvo un sueño extraño: al detenerse en la casa de un enfermo se ve observada por un sacerdote desconocido que le dice: “Es bueno visitar a los enfermos; un día serás feliz en venir hacia mí. Dios tiene sus designios sobre ti. No lo olvides. “
En la Casa Madre de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en París, la Virgen María se apareció en tres oportunidades a la joven, humilde y simple Hija de la Caridad, Catalina Labouré, de 24 años. En las tres ocasiones, vio a la Santísima Virgen, recibió mensajes, se le confió una misión y experimentó la amorosa y maternal atención María. Estas manifestaciones se conocen con el nombre de “Apariciones”. Sucedieron durante los meses de julio, noviembre y diciembre del año 1830:
Así fué el relato que la vidente de la Santísima Virgen dejó por escrito a su confesor: “hacia las 11:30 horas de la noche del 18 de julio, oigo que alguien me llama por mi nombre: “Sor Labouré, Sor Labouré ven a la capilla, la Santísima Virgen te espera.” Quien la llamaba era un niño misterioso que la condujo hasta la Capilla. Catalina se detiene junto al comulgatorio, oye como el roce de un vestido de seda... “ahí tienes a la Santísima Virgen, le dice su guía. Al verla sentada en un sillón, al lado del altar, Catalina dio un salto hasta ella, arrodillándose en las gradas del altar y apoyando sus manos en las rodillas de la Virgen escucha en su interior una voz que le dice:
“Hija mía, Dios quiere confiarte una misión… tendrás que sufrir, pero lo sobrellevarás pensando que lo haces por la gloria de Dios. Serás contradecida, los tiempos son malos. Pero venid al pie de este altar. Aquí las gracias se derramarán sobre todas las personas que las pidan llenas de confianza. No temas. (Jn.7, 37-38) (Mt.11, 28-30)
La visita de la Virgen había durado dos horas y media. Al recordarlo como “el momento más feliz de su vida,” Catalina está segura de que no se trata de un sueño. “Sé que cuando ella se marchó solo percibí como algo que se apagaba.”
SEGUNDA APARICIÓN: La Medalla Milagrosa (27 noviembre)
En esta aparición la Santísima Virgen comunica a su vidente el mensaje de la Medalla. Y se desarrolla en tres momentos o escenas. Catalina aclaró a su confesor, P. Aladel C.M., que a las 5:30 hs. de la tarde del día 27 de noviembre, sábado víspera del primer domingo de Adviento, mientras las Hermanas hacían su oración, en medio del silencio, la Virgen se le muestra a la derecha del altar mayor, como “ revestida de luz. “
Primer momento: (La Virgen del globo). La Santísima Virgen estaba en pie, sobre media esfera, aplastando con sus pies a una serpiente. Tenía un vestido de seda aurora, mangas lisas; un velo blanco le cubría su cabeza y le caía por ambos lados. En sus manos, a la altura del pecho, sostenía un globo dorado con una pequeña cruz en su parte superior. La Santísima Virgen ofrecía ese globo al Señor, con tono suplicante. Los dedos que sostenían el globo se cubrieron de anillos con piedras preciosas. De estas, en forma de haces, salían unos rayos de brillante esplendor. Pero algunas piedras no despedían rayos de luz. Catalina “no sabe expresar lo que ve y lo que siente,” pero escucha una voz en su interior que le aclara el sentido de lo que está contemplando:
“Este globo que ves, representa al mundo entero… y a cada persona en particular… Los rayos de luz son el símbolo de las gracias que derramo sobre quienes me las piden.” Las piedras que no despiden rayos, son las gracias que dejan de pedirme”. (Gen.3, 15) (Lc. 1,43) (Lc.1, 53)
Segundo momento: (Anverso de la Medalla). Cuando el globo desapareció, las manos de La Santísima Virgen se extendieron resplandecientes hacia la tierra de modo que el raudal de luz impedía ver sus pies. Entonces María baja su mirada hacia su servidora y le sonríe. Alrededor de La Santísima Virgen se forma un marco ovalado, como una medalla; y en semicírculo, comenzando a la altura de la mano derecha, pasando sobre la cabeza de la Santísima Virgen y terminando a la altura de la mano izquierda, Catalina ve cómo se inscribe en letras de oro una invocación desconocida hasta entonces: (Lc.1,28-30) (Lc.1,46-49)
“ Esta invocación que ha quedado grabada en al Medalla, la conocen hoy y la repiten infinidad de fieles en todo el mundo. “(Juan Pablo II). Así la Iglesia proclama el misterio de su Inmaculada Concepción: “llena de gracia“ y “bendita entre todas las mujeres.”
“OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS, QUE RECURRIMOS A VOS”
Llegaron los tiempos muy malos anunciados por la Virgen: la revolución del 1870 en Francia. Centenares de heridos y enfermos llegaban a la casa de Reuilly para ser atendidos. Bandas armadas empezaron a visitar las casas religiosas. Catalina se hacia fuerte y fortalecía a sus Hermanas repitiendo en su interior las palabras de la Virgen :
“Llegará el momento en que el peligro será grande. ¡ Se creerá que todo está perdido ! Ahí estaré yo con Vds., tengan confianza. Reconocerán mi visita y la protección de Dios.”
Tercer momento: ( Reverso de la Medalla ). A continuación la Medalla hizo un giro mostrando la otra cara (el reverso): en la parte superior una Cruz corona la letra inicial (M) del nombre de María. Debajo de la letra “M” los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que Catalina distinguió: uno rodeado de espinas, y el otro atravesado por una espada. Alrededor del monograma había doce estrellas. (Apoc.12, 1-10)
Catalina escuchó una voz: “Haz acuñar una medalla según este modelo, las personas que la lleven con confianza recibirán grandes gracias:”las gracias serán abundantes para las personas que la lleven con confianza.”
TERCERA APARICIÓN: Para recordar y reafirmar. ( Diciembre )
Poco tiempo después, en el mes de diciembre del mismo año de 1830, la Santísima Virgen se apareció por tercera vez a Catalina, también en la Capilla, durante la oración de la tarde, sin precisar la fecha. La Virgen se apareció cerca y detrás del Sagrario.
María reafirmó a Catalina en la misión de hacer acuñar una Medalla, según el modelo que se le había mostrado el 27 de Noviembre. Quiso además la Santísima Virgen que la vidente comprendiese bien el simbolismo del globo que tenía en sus manos: “ Este representa al mundo entero y cada persona en particular.” Los rayos de luz que despiden las piedras preciosas de sus anillos, son las gracias que Ella consigue para las personas que se las piden. Como Catalina observaba que de algunas piedras no salía rayo alguno de luz, una voz interior le dijo: Esas piedras oscuras son las gracias que dejan o se olvidan de pedirme.” El Altar será siempre el lugar a donde deben recurrir grandes y chicos, con confianza y sencillez, en sus momentos de aflicción.(Mt.11, 28-29)
Mientras Catalina pensaba en el reverso de la Medalla, escucha una voz interior:
“La letra “M” coronada por la Cruz y los dos corazones son lo bastante elocuentes.”(Jn.19,1-3) (Lc.2, 34-35)
María confía en Catalina, la humilde y pequeña Zoe, para llevar a cabo la misión de acuñar una Medalla y transmitir al mundo su mensaje. Al fin, con tono de despedida, la Santísima Virgen dice a la joven Hermana, conocida como “una de tantas”:
“En adelante ya no me verás más, hija mía, pero oirás mi voz en la oración. ”
Después de vencer tantas dificultades y contradicciones, como le había anunciado la Santísima Virgen a Catalina, en el año 1832 las autoridades eclesiásticas aprueban la acuñación de la Medalla. Una vez acuñada, se difundió rápidamente. En pocos años, la Medalla Milagrosa se propagaba por el mundo entero. A la muerte de Catalina, ya se habrían distribuido más de mil millones. Hoy es la Medalla que cubre la tierra. Santa Teresita llamaba a la imagen de la Medalla Milagrosa “la Virgen de la sonrisa.”
Ante tantos y tan abundantes milagros obtenidos a través de ella, el pueblo comenzó a llamarla “: la MEDALLA que cura, la MEDALLA que salva, la MEDALLA que obra milagros: El que cura, no es la Medalla, es Dios cuando nos acercamos a él por medio de este signo. En realidad fueron los pobres quienes dieron a la Medalla el nombre con que hoy la conocemos: ”Medalla Milagrosa”. Por eso es llamada también “el icono de los pobres.”
La medalla milagrosa la única diseñada y mandada distribuir por la Virgen María, con garantía de por vida: “Las personas que la lleven con confianza, recibirán gracias en abundancia.”
Llevar la Medalla alrededor del cuello, bendecida e impuesta por un Sacerdote o delegado por él; repetir, con alguna frecuencia que imponga el amor, la jaculatoria: “Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.”
Llevar la Medalla con fe y devoción que es, ante todo, disponibilidad para escuchar a Dios, como María, y hacer lo que él nos diga; disponibilidad para escuchar y servir a todos nuestros hermanos sin exclusión, preferentemente a los más necesitados.
Llevar la Medalla es ver en María el modelo de la primera cristiana, e imitarla, dejándose amar y educar por la Madre y Maestra de nuestra fe.
Símbolos que componen la medalla:
María está de pie: como un peregrino en marcha, mensajera de la ternura de Dios. Nos espera, viene hacia nosotros, pobres y necesitados. Dios nos llama a ser como María, hombres y mujeres “en pie”, libres y responsables. Siempre disponibles para amar y servir. Para movernos un poco más por el reino. El mandato de Jesús es “vayan” “muévanse.”
Brazos extendidos y manos siempre abiertas hacia quien se acerca a ella. Esta presente, llena de bondad y siempre dispuesta a escucharnos, a calmar nuestro dolor para volver a sonreír. Es la Madre que nos tiende sus brazos para no caer, o si caemos se acerca a nosotros para levantarnos.
Con los pies aplasta la serpiente. Desde el primer instante de su vida, María vivió fuera del alcance del pecado gracias al Amor con que Dios la amó y sigue amando. María es la esperanza y garantía de éxito en nuestra lucha diaria contra el mal, simbolizado en la serpiente que oculta la astucia en sus muchas cabezas multicolores. (Gén.3, 1)
Los rayos luminosos María nos enseña a vivir en la luz, en medio de tanas oscuridades que nos cercan. Los rayos significan la abundancia de dones y gracias que el Señor nos concede por medio de María, que como Madre se hace eco de la invitación de Jesús: “pidan y se les dará.”
Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. María nos muestra su identidad: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. De su carne el Verbo de Dios se hizo hombre para vivir entre y con nosotros. A María la invocamos como la “Santísima Virgen,” por ser la “sin pecado” y la “llena de gracia.” Es la mujer bendita entre todas las mujeres, la que ora y ruega por nosotros como en Caná.
La letra M (inicial del nombre de María) coronada por la Cruz. Simbolizan la fuerza del amor. El lugar de María en este camino de vida y de Amor es privilegiado. Su caminar discreto junto a Jesús, su dolor al pie de la Cruz, y su gozo en la Resurrección nos muestran su estrecha colaboración en la Misión de Jesús. Los dos corazones que se aman expresan lo contrario del “cada uno para sí y todos para mí.”
Los dos Corazones: “ siempre es tiempo de amar.” En todos los idiomas el símbolo del corazón equivale a acogida, ternura, amor. Jesús es revelación de la bondad del Corazón de Dios. La Madre y educadora de nuestra fe nos ama con todo su corazón maternal. La corona de espinas (Jesús) y la espada (María) nos muestran que no es posible dar entrada al amor sin encontrar la experiencia del sufrimiento. Dos corazones que nos enseñan a compartir el dolor y el amor con tantos hermanos que deambulan, carentes de amor y sobrados de dolor.
Las doce estrellas: La Iglesia, establecida por Jesús sobre el fundamento de los Apóstoles, ve en María a la Madre glorificada y proclamada en el cielo como Reina y Señora“, ve a la estrella de la nueva evangelización.” Es la Madre, que al lado de su Hijo Jesús, se convierte en “un signo de esperanza para cuantos peregrinamos hacia la casa del Padre.” María, como la estrella de Belén, nos guía hacia el encuentro de Jesús que siempre y en cada momento está viniendo hacia nosotros como el Salvador.
Catalina Labouré falleció el 31 de diciembre de 1876, a los 70 años de edad. Su cuerpo fue encontrado incorrupto (sus ojos seguían azules) con ocasión de su beatificación en 1933. Hoy reposa en la Capilla de las Apariciones bajo el altar mismo en el que María se le apareció. Fue canonizada el 27 de julio de 1947 por el Papa Pio XII. (Lc.10, 21)
Todo el mundo hablaba de las Apariciones, pero nadie sabia quien era la vidente. En el año 1876, pocos días antes de morir, la responsable de su Comunidad, Sor Dufés, se entera por la propia Catalina quien es la Hermana que vio la Virgen en 1830. Al saberlo le dice: “¡Qué favorecida ha sido Vd.! Y Catalina responde simplemente:
“Yo no he sido más que un instrumento. No es por mí por quien se ha aparecido la Virgen. Si me escogió a mí, que no sabía nada, es para que no se pudiera dudar de Ella.”
“María estaba sentada sobre el sillón que el Director de las Hermanas utilizaba en la Capilla para las Conferencias.”La Virgen era la misma María de Nazaret: viva, maternal, humana… tan humana, que Catalina posó sencillamente sus manos sobre las rodillas de María. Es la Madre que sentada y sin prisas atiende también los asuntos humanos.
Fuente: Parroquia Santuario Medalla Milagrosa