24 noviembre 2024
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Daniel Noel, vecino de las Sierras Chicas, cuenta cómo fue su experiencia en la Guerra de Malvinas, acontecimiento que dividió su vida en un antes y un después.

 El Milenio ¿Qué edad tenías cuando fuiste a la Guerra de Malvinas?

Daniel Noel: Anteriormente, había que hacer el servicio militar obligatorio. Éramos convocados por las fuerzas armadas y teníamos que cumplir un periodo de un año aproximadamente, dependiendo a la fuerza que nos tocara.

A los 18, en el año 1982, fui incorporado al regimiento de infantería 25, en Sarmiento, que queda en la provincia de Chubut. O sea, que yo cumplo años en marzo, el 2 de abril ya tenía 19 cumplidos cuando fuimos a la guerra.

EM: ¿Qué cargo asumiste en la Guerra?

DN: Era soldado conscripto, no tenía ningún cargo, me desempeñaba como apuntador de MAG (ametralladora grande y pesada), por el hecho de que tenia un físico grande y la ametralladora es pesada, por eso me la dieron a mí.

EM: ¿Qué sentiste cuando te convocaron?

DN: En realidad, a mi no me convocaron para la guerra, yo estaba haciendo el servicio militar obligatorio, estaba incorporado en Sarmiento y no había forma de salir del regimiento, a menos que nos dieran un franco, pero al estar a 1.800 kilómetros de mi pueblo, Laboulaye, no salíamos. Aparte, había sido convocado en febrero del año 82 y la guerra fue en abril.

Nosotros salimos para Malvinas el día 27 de marzo, sin saber a dónde íbamos, Nos dijeron que nos dirigíamos a hacer un ejercicio en conjunto con las tres fuerzas: las fuerzas armadas, fuerzas aéreas y el ejercito -yo pertenezco a este último- entonces salimos de Sarmiento a las doce de la noche en camiones hasta Comodoro Rivadavia, que está a 150 kilómetros. De ahí, nos llevaron en avión a Bahía Blanca, llegamos a un puerto.

Había mucho movimiento, muchísimos barcos por el puerto que se llama base de Puerto Belgrano y el día 28 de marzo navegamos sin saber a dónde íbamos. Algunos decían que nos dirigíamos a Ushuaia, otros al canal de Beagle, nos decían que a Malvinas o hacía el mar, no había información.

EM: ¿Sabías cómo se usaba un arma antes de ser convocado?

DN: El primer periodo, es decir, durante un mes y medio, fue de instrucción en el campo donde nos enseñaron a vivir en una carpa, a comer lo que había y hacer ciertos ejercicios que nos iban preparando, pero en ningún momento nos dijeron que íbamos a ir a una Guerra. Solamente el último día que nos dieron para tirar con el armamentos porque ya nos íbamos. El día 27 de marzo fuimos al polígono y tiramos con las armas que después íbamos a tener en la guerra.

EM: ¿Estuviste con algún joven o amigo tuyo de pueblo?

DN: Sí, estuve en combate con Juan Cozaro y era mi compañero de pozo. En Laboulaye hay 29 veteranos de la Guerra de Malvinas, uno de ellos estuvo conmigo durante toda la guerra y posterior, también.

EM: ¿Tuviste alguna situación de riesgo extremo?

DN: Permanentemente a partir del 1 de mayo, que nos bombardearon por primera vez, todos los días bombardeaban desde las fragatas, es decir, que no se acercaban los británicos. También, pasaban los aviones de combate de ellos a 5.000 o 6.000 metros de altura, detectaban las alarmas nuestras el paso de los mismos e inmediatamente sonaban todas, por lo que cada uno tenía que ir a su puesto o ponerse en posición de combate.

Pero no había forma de hacerles nada porque los medios antiaéreos nuestros tenían un alcance de aproximadamente 3.000 o 4.000 metros, así que no llegaban, y mientras que se daba aviso a los aviones que estaban en el continente para que fueran a atacarlos, sus aviones pegaban la vuelta se iban al portaaviones. Era una cuestión de molestar; lo que hicieron los británicos fue una guerra psicológica de desgaste durante todo el mes de mayo.

EM: ¿Qué sentiste cuando los ingleses tomaron las Islas Malvinas?

DN: Después del combate del día 28 de mayo donde murieron 12 compañeros míos de 25 del regimiento donde yo estaba, sumados a los fallecidos de los otros regimientos que hubo, fue una situación rara porque hay muchos sentimientos encontrados, en el sentido de que en algún momento queríamos que la guerra terminara de una manera u otra porque fue muy grande el desgaste psicológico que nos hicieron.

O sea, que saliéramos victoriosos, que muriéramos en el combate, pero que se terminara, y lamentablemente terminó con los británicos izando la bandera nuevamente.

Es muy difícil de contar porque, por un lado, hay alegría y por otro lado, hay tristeza porque todavía estaban en ese momento, los cuerpos de nuestros amigos en el campo de batalla.

EM: ¿Cómo viviste tu juventud luego de la Guerra?

DN: El primer tiempo fue muy difícil porque estábamos en shock. Desconocíamos realmente por donde habíamos pasado, al punto que, cuando yo llegué a Montevideo y después a Campo de Mayo, me encontró un tío mío que vive en Buenos Aires, y él me vio y lloraba, y no entendía por qué lloraba.

Le pregunté: “¿Qué pasa?”, y me dijo: “Lo que pasa es que tus padres están desesperados porque hace como 20 días que no tienen novedades tuyas, no saben si estabas vivo o si estabas muerto, seguramente hoy arman un viaje y se vienen  para Buenos Aires”. Pero yo le dije: “No tío, vos estás loco, llámalos por teléfono y deciles que estoy bien, que no hace falta que hagan un viaje a Buenos Aires porque dentro de 20 días o un mes voy a estar en Laboulaye”. Eso te demuestra que no teníamos ni idea del estado de shock que teníamos y por que habían pasado nuestros familiares.

Los primeros años fueron difíciles, de re-acomodarnos, por ahí no teníamos mucha cabida en la sociedad, creían que estábamos locos, pero fue difícil.

EM: En la actualidad, ¿se sienten reconocidos como héroes por el pueblo argentino?

DN: Por la gente sí, me siento reconocido. Falta ahora el reconocimiento de las instituciones, el ejército argentino, al cual yo representé, no siento que me haya reconocido de ninguna manera, nunca nos hicieron un desfile, nunca nos convocaron.

Las instituciones como tales no nos han distinguido todavía. El pueblo y la gente nos contemplan todo el tiempo, en todo lugar, todo acto, en todo desfile, es un agradecimiento eterno que tienen hacia nosotros, como nosotros hacia ellos.