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Una batalla espiritual se libra alrededor de los varones. Cómo los arcángeles pueden dar ayuda, asistencia y protección.
El obispo de Phoenix, Arizona, Thomas J. Olmsted, escribió una exhortación pastoral titulada Into the Breach (En la Brecha), donde ponía de presente:
“Nunca antes se ha visto una crisis como la actual a la hora de vivir el hombre su masculinidad, es decir su compromiso matrimonial y su paternidad, su liderazgo en la familia, su obligación de escuchar el corazón de su mujer y de sus hijos, así como su capacidad de sacrificio personal para sacar adelante su familia”.
Ya antes, en 1979, el entonces Cardenal Ratzinger escribía:
“No es Dios el que está muerto; es el presupuesto para que Dios viva en el mundo (la paternidad) lo que ha ido muriendo cada vez más en el hombre. La crisis de paternidad que hoy vivimos forma parte de la crisis de la humanidad que nos amenaza”.
Y ya siendo Papa, en la audiencia general del 23 de mayo de 2012, volvía a repetir:
“Tal vez el hombre moderno no percibe la belleza, la grandeza y el profundo consuelo contenidos en la palabra padre con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración, porque la figura paterna a menudo hoy no está suficientemente presente, y a menudo no es suficientemente positiva en la vida diaria. La ausencia del padre, el problema de un padre no presente en la vida del niño es un gran problema de nuestro tiempo, por lo que se hace difícil entender en profundidad qué significa que Dios sea Padre para nosotros”.
Monseñor Olmsted, en su carta pastoral, unía esta crisis a una batalla espiritual que se libra alrededor de la figura masculina.
Y llegaba a afirmar:
“Una de las razones claves por las que la Iglesia está vacilando bajo los ataques de Satanás es que muchos hombres católicos no han estado dispuestos a “mantenerse firmes en la brecha” –dejando ese espacio abierto y vulnerable al ataque”.
La anterior reflexión del obispo americano me llevó a reflexionar acerca de la ayuda, asistencia y protección que los santos ángeles dan, de manera particular, a los varones; así como el papel del demonio en esta guerra que libra contra la figura masculina en la sociedad.
El ataque del demonio contra la figura masculina
El demonio tiene una herida profunda, que no ha sanado y no quiere sanar, contra la imagen de Dios Padre.
No entiende el amor gratuito de Dios, se niega a reconocerlo como fuente de toda bondad, se esconde de la mirada amorosa de Dios, prefiere las tinieblas a la luz.
Esta herida fue la que el demonio hizo entrar en el pecado original.
Recuerde querido lector que Dios ha dado al varón la fuerza para proteger, proveer, afirmar y ser el líder espiritual en su familia.
Sin embargo, en este ataque del demonio contra la figura masculina, este don dado por Dios ha sido pervertido.
Así es como vemos o un mal uso de la fuerza, por ejemplo abusos, pero también un abandono de usar la fuerza para proteger, y el campo queda libre para el enemigo que quiere destruir la familia, los niños y otros valores.
Hombres que han abandonado su hogar, no por nobles ideales como la defensa de la patria o la religión, sino por escapar de su responsabilidad y no querer asumir el papel que les corresponde.
Eso genera niños huérfanos de padres que voluntariamente, simple y llanamente, han renunciado a asumir el papel que les corresponde.
Vemos también cómo en medios sociales se premia a aquel que es el borracho o mal hablado o mujeriego.
Al que es caballeroso, cumplidor de su deber, fiel, se le tacha de bobo o retrógrado o conservador.
Todo eso son ataques del demonio que viene a sembrar en la sociedad la herida que él tiene contra la imagen de Dios Padre.
En este sentido, cabe recordar a todo hombre lo que ya san Pedro escribía:
«Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe» 1 P 5, 8-9
Todo hombre varón está llamado a dar esta lucha contra el enemigo de Dios, el enemigo de la familia, el enemigo de la sociedad.
Para ello es preciso que el hombre no abandone el lugar que le corresponde. Para ello, querido lector comparto estos 7 hábitos que Monseñor Olmsted recomienda para los varones católicos:
1
ORAR TODOS LOS DÍAS. “¡SIN ORACIÓN, UN HOMBRE ES COMO UN SOLDADO SIN COMIDA, AGUA, O MUNICIÓN!”
2
EXAMINAR SU CONCIENCIA ANTES DE IR A DORMIR, Y HACER EL ACTO DE CONTRICIÓN
3
IR A MISA
4
LEER LA BIBLIA
5
SANTIFICAR LAS FIESTAS
6
CONFESARSE
7
CONSTRUIR FRATERNIDAD CON OTROS HOMBRES CATÓLICOS
El papel de los santos ángeles
Dios mismo da instrumentos para enfrentar esta batalla espiritual y salir de ella victoriosos.
Entre esas ayudas están los santos ángeles que contemplan continuamente el rostro de Dios Padre.
Si el demonio rechazó la mirada amorosa del Padre, los santos ángeles decidieron y combatieron por estar ante la mirada de Dios Padre.
El gran educador en la masculinidad es san Rafael Arcángel. Así lo enseña el libro de Tobías.
En este libro se muestra un combate entre las fuerzas del bien y del mal: entre el demonio que le ha matado 7 esposos a Sara, y san Rafael que lleva a Tobías a asumir su papel que le corresponde como hombre, y enfrentar al demonio y vencerlo.
Tobías, siguiendo las instrucciones del Arcángel, no huye, no renuncia, sino que permanece firme y asume el combate contra el mal, no abandona el combate.
Es san Rafael quien prepara a Tobías para este combate, para que salga victorioso y, de esta manera, “expulsar los demonios que, siempre de nuevo, desgarran y destruyen su amor” (Benedicto XVI, Homilía 29 de Septiembre de 2007).
Entre san Rafael y Tobías se forja una verdadera y auténtica amistad, que es fundamental para cultivar una masculinidad sana, y se convierte en modelo para discernir una verdadera amistad.
De hecho, uno de los riesgos del hombre es abandonar sus valores, sus creencias por la opinión de los amigos, por la búsqueda de posesiones o alcanzar el poder.
Sin embargo, san Rafael y Tobías enseñan que la verdadera amistad es la que comparte el mismo objetivo de buscar la santidad.
Así mismo, durante todo el trayecto que comparten san Rafael y Tobías, los peligros que enfrenta Tobías y a los que parece que el mismo san Rafael lo dirige, las conversaciones que sostienen, vienen a ser un reflejo de lo que el poeta francés Paul Claudel escribiera:
“La juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo”.
O también Benedicto XVI, al dirigirse a los jóvenes: “No habéis sido creados para la comodidad sino para la grandeza”.
Pero si hablamos de combate espiritual, tenemos que hablar también del papel de san Miguel Arcángel, príncipe de las milicias celestiales.
Qué gran ayuda la que presta a los varones este gran arcángel. San Miguel da la fuerza al corazón del hombre para caminar por el camino de la templanza y dominio de los deseos, el dominio de sí.
Este arcángel nos da la fuerza para no abandonar el campo de batalla y permanecer firmes defendiendo la imagen de Dios Padre, y mostrando nosotros la imagen del padre en el uso correcto de nuestra fuerza que nos ha sido dada por Dios.
Aí mismo, san Miguel, como defensor de los derechos de Dios, viene a defender, custodiar, y poner de presente, la imagen de Dios como Padre.
Y si es un combate contra el Padre, está presente también el arcángel san Gabriel, quien es el ángel de la Encarnación del Hijo de Dios.
Es el ángel que viene a ayudarnos, encaminarnos como hijos de Dios, llevándonos ante Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre.
El nombre de san Gabriel es mensajero de Dios, pero también fortaleza de Dios, y la fortaleza de nosotros como hijos es nuestro Padre que está en los cielos.
Este ángel nos invita a poner nuestra confianza en esa fuerza del amor de un Padre que nos ama incondicionalmente, fielmente. Un Padre que tanto nos ha amado que ha enviado a Su Hijo único.
Con esto, te quiero invitar a ti querido lector, a que asumas el papel que te corresponde en la sociedad: no dejemos el campo abierto para estos ataques contra nuestros valores, contra nuestras familias y niños.
Contamos con la ayuda de estos grandes amigos, y te invito a que los invoques con frecuencia y te hagas un gran amigo de ellos.
Fuente: Aleteia