23 noviembre 2024
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La última de las 6 apariciones a los pastorcitos se efectuó el 13 de octubre de 1917, cuando la Virgen había prometido hacer un milagro de tal magnitud, que cuantos lo vieran pudiesen creer en sus apariciones.

Lucía en la aparición del 13 de julio de 1917, había pedido a Nuestra Señora hacer un milagro para que todos crean que Usted se nos aparece. La Virgen respondió entonces prometiendo un milagro que todos han de ver para creer.

I. La danza del sol

Cuando llegó el esperado día, éste amaneció frío y lluvioso, la jornada precedente, todos los caminos hacia Cova de Iría estaban atestados de gente que iba a pie, en bicicletas o vehículos. Los peregrinos de fe avanzaban descalzos, cantando y rezando el Santo Rosario, millares pasaron la noche al aire libre, y a pesar de lo poco propicio del tiempo, apresuraban el paso para encontrar un buen lugar para la aparición del día siguiente.

Una multitud de entre 50 a 70 mil personas de todo Portugal, muchas de ellas descreídas, burlonas y curiosas se hallaban el 13 de octubre en el lugar de las apariciones.

Los tres videntes, esta vez ataviados de fiesta, se hicieron paso por entre el mar de gente a eso de las once y media y como en las otras 5 apariciones anteriores, los videntes vieron el reflejo de una luz, y enseguida a Nuestra Señora en la encina.

Luego del diálogo narrado por la Hermana Lucía, Nuestra Señora dijo:

«Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados. Y tomando un aspecto más triste, [Nuestra Señora agregó]: No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido».[1]

Dicho lo cual -en su último aviso y la esencia del Mensaje destinado a pasar de generación en generación como el Mensaje de Fátima se despidió… y al despedirse, mientras se elevaba, abrió las manos que se reflejaron en el sol, o, como les pareció a Francisco y a Jacinta, indicó el sol con el dedo.[2]

Lucía entonces dijo a los presentes que mirasen el sol, paró la lluvia e inmediatamente se abrieron las nubes dejando ver un claro de cielo azul.

«De repente, el sol comenzó a vibrar con bruscos movimientos y empezó a girar vertiginosamente sobre sí mismo como una rueda de fuegos artificiales, desprendiendo en todas direcciones chorros de luz verde, roja, violeta, amarilla y azul, coloreando de manera fantástica las nubes, los árboles, las rocas y la tierra. A unos cuantos minutos, el sol quedó quieto y un momento después volvió a su rapidísimo movimiento, con la sorprendente danza de luz y de color cual no cabe imaginar en el más extraordinario castillo de fuegos de artificio. Una vez más dejó el sol su prodigioso bailoteo al cabo de unos minutos, pero tras una breve pausa, por tercera vez se hizo más brillante. Durante doce minutos pudieron percibir el maravilloso fenómeno en un radio de más 40 kilómetros todas y cada una de las personas congregadas».[3]

La gente podía mirar directamente al sol sin afectar la vista.

El arzobispo Fulton Sheen subraya empero, que, no fueron estas tres rotaciones del sol lo que impresionó a la muchedumbre: el mayor estupor lo causó un terrible descenso del sol, que fue el momento culminante del grandioso milagro.

La multitud tuvo la impresión de que el sol iba a desprenderse del firmamento y precipitarse sobre ella incendiándola y por eso prorrumpe en un grito único de terror y estupor: ¡Milagro! ¡Milagro!, mientras que al unísono cae de rodillas sobre el barro y gime: ¡Misericordia Dios mío! Creo en Dios, Dios te salve María… Y hacia el Cielo, se eleva suplicante y fervoroso, el acto de contrición: Pésame de todo corazón de haberos ofendido…

Por fin, deteniéndose de repente el sol en su alocada caída, volvió a subir a su sitio en zigzag, conforme había sido el descenso, y acabó recobrando gradualmente su acostumbrada luminosidad… Aunque todos habían quedado empapados por la lluvia de la mañana, encontraron completamente secas sus ropas apenas después de la Visión.

«El ciclo de las visiones de Fátima había terminado».[4]

«La danza del sol era para la multitud, para que viese; para que viendo creyese y creyendo llevase a los más alejados, presentes y futuros, junto con la noticia del prodigio la otra más saludable: la Virgen había descendido de su solio estrellado para traer a los hombres un mensaje de misericordia y salvación».[5]

II. La masonería atestigua el milagro

¿Había tan sólo campesinos católicos portugueses asistiendo a este milagro predicho? Entre las 70.000 personas, se encontraba el periodista masónico Avelino de Almeida, a la sazón Jefe de Redacción de O Seculo, un diario masónico de Lisboa, liberal y anticlerical, que así se constituyó en testigo ocular de los acontecimientos en Cova da Iría.

«Al momento del gran Milagro estaban presentes algunos de los eruditos más ilustres, de las artes y de las ciencias, y casi todos ellos eran incrédulos que habían venido a causa de la curiosidad, llevados allá por la predicción de los videntes. Hasta el Ministro de Educación del gobierno masónico estaba presente».[6]

«Pude verlo [el sol] semejante a un disco nítido de luz viva, luminosa y luciente, pero sin molestar. No me pareció buena la comparación que en Fátima oí hacer, de un disco de plata opaca. Porque tenía un color más claro, activo y rico y además con cambiantes como una perla…Se sentía que era un astro vivo…Parecía una rueda bruñida cortada en el nácar de una concha…Maravillosa cosa que pudiera fijarse largo tiempo en el astro, llama de luz y brasa de calor, sin el menor dolor en los ojos y sin ningún deslumbramiento en la retina que cegase».[7]

III. Milagro único

La Divina Providencia confió a una Mujer el encargo de vencer al demonio, en el primer día tan funesto en que el demonio se introdujo en el mundo, Dios habló en el Paraíso Terrenal a la serpiente para decirle:

Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya, y tú permanecerás a la espera de su talón.

«Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta irreconciliable, que durará y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los enemigos que Dios ha creado contra el demonio es María». [8]

Cuando Dios quiso dar a luz a un nuevo pueblo en las Américas en 1531, Él envió a su Madre a Guadalupe, en la periferia de la Ciudad de México, ahí, Ella se apareció vestida del sol, con una luna creciente bajo sus pies y su manto salpicado de estrellas, la Señora vestía el cinturón de la maternidad que usaban las mujeres nativas de entonces, porque la Santísima Virgen estaba por dar a luz a un nuevo pueblo en las Américas.

El Milagro del Sol es el único milagro público preanunciado de la Historia mundial. Nunca antes había anunciado Dios con antecedencia, un milagro que sería públicamente realizado, y en especial con el propósito de confirmar un Mensaje profético, destinado a toda la humanidad y para silenciar los enemigos de Dios. Hasta el mayor milagro de todos los tiempos – la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo – no fue un milagro público de esa magnitud, porque el Cristo resucitado no apareció a decenas de miles de personas inmediatamente después para convertirlas para que creasen. Además, la grandeza cosmológica del milagro es sin precedentes. Hasta el milagro de Josué que aumentó el día parando el sol es mucho menos impresionante y no puede comparárselo.

¿Por qué hubo este milagro sin precedentes? Por una razón evidente: porque el Mensaje de Fátima también es un mensaje sin precedentes, único tanto en las bendiciones prometidas como en los castigos amenazados.[9]

IV. El milagro del sol proclama el reinado universal de Nuestra Señora

Sí, es la hora de la Mujer vestida del sol.[10]

San Luis María de Montfort, formula del siguiente modo la ley que Dios se impuso, y de la que la tesis del reino de Cristo por el de su santísima Madre no es más que una aplicación:

«Digo… que, supuestas las cosas como son, habiendo querido Dios comenzar y terminar sus más grandes obras por la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará de conducta en los siglos de los siglos, pues es Dios y no cambia en sus sentimientos ni en su conducta».[11]

Es doctrina cristiana que el reinado y triunfo final del Señor, manifestada en la Sagrada Escritura, se obtendrá a costa de grandes y dramáticas luchas y espantosas persecuciones. Hacia el fin de los tiempos Satán «sabiendo que le queda poco tiempo», producirá su obra maestra de orgullo, de malicia, de odio y de poder, el Anticristo y sus satélites, para intentar aprovechar su oportunidad suprema en una lucha mundial, que para su vergüenza y confusión, como ya sabemos, será su derrota aplastante y un triunfo glorioso y definitivo para Cristo y su Iglesia.

La Iglesia ve en María a la Adversaria personal de Satán, que debe triunfar contra él por y para Cristo: «El Señor ha derramado sobre ti bendiciones, comunicándote su poder, pues por medio de Ti ha aniquilado a nuestros enemigos»[12]. Afirmación aún más fuerte y universal: «¡Tú sola has destruido todas las herejías en el mundo entero!». Fuertísima afirmación, en efecto: Tú, Tú sola, todas las herejías, en el mundo entero… Se diría que la Iglesia teme no expresar su pensamiento con suficiente claridad, ni con bastante fuerza. Es evidente que aquí hay que ver, implícitamente expresada, una ordenación divina. Siempre será así. Cada victoria, individual o colectiva, lograda contra Satán por un pobre pecador o por un santo religioso, por la Iglesia entera o por una u otra nación cristiana, será siempre obra de Ella, después de Cristo y de Dios.
En el momento actual cargado de materialismo, María Santísima es un refugio vivo, ya que Ella busca afanosamente a quienes navegan sin rumbo.

Germán Mazuelo-Leytón

Tomado de :

ADELANTE LA FE

Gentileza de Católicos Alerta.

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[1] Hermana LUCIA, Memórias e Cartas.https://www.ebookscatolicos.com/descargas/descargar-pdf-memorias-de-la-hermana-lucia-padre-luis-kondor/
[2] Cf.: FELICI, ICILIO, Fátima.
[3] SHEEN, Mons. FULTON J., La Virgen y Rusia.
[4] CORREA DE OLIVEIRA, PLINIO y BORELLI, ANTONIO A., Nuestra Señora de Fátima. Profecías para América y el mundo. ¿Tragedia o esperanza?
[5] FELICI, ICILIO, Fátima.
[6] Cf.: NUNES, LEOPOLDO, Fátima: História das aparições de Nossa Senhora do Rosário aos pastorinhos da
Cova da Iria, 1ª ed., Lisboa, Tipografia Luzitania, 1927, 2ª ed. 1927; 3ª ed. 1928, 3ª ed. 1930.
[7] DE MARCHI, P., JOAO, Testimonio del Dr. Almeida Garret: Era una Señora más brillante que el sol.
[8] MONTFORT, San LUIS Mª GRIGNION DE, Tratado de la Verdadera Devoción.
[9] Cf.: CHOJNOWSKI Ph. D., PETER, El milagro del sol.
[10] APOCALIPSIS 12, 1.
[11]  MONTFORT, San LUIS Mª de, Tratado de la Verdadera Devoción, nº 15.
[12] Jud. 13 22.